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Ni era carta ni era mía

En la sección de Cartas al Director del pasado 31 de diciembre de 2011, apareció una carta, que en realidad no lo era, y ¡oh, sorpresa!, firmada con mi nombre y apellido. El hecho, en resumen, es que he sido víctima tanto de una incorrecta utilización de un texto mío como de una suplantación de identidad y falsificación de firma.

Sobre el contenido del texto, cortado y pegado, como he podido comprobar, forma parte de un artículo que me pidieron y publiqué hace 9 años en un número monográfico sobre Enrique II de Navarra en una revista de historia. El envío y la publicación de la sedicente carta son actos inadmisibles de manipulación del texto para, sacándolo fuera de contexto y de forma inadecuada y extemporánea, publicarlo en la prensa como si yo lo hubiera decidido así. No voy a entrar en juicios de intenciones, pero está clara la gravedad de la fechoría y que la actuación de los anónimos causantes afecta a mi identidad personal, imagen profesional y libertad individual.