Creo que mis padres, aunque muertos, viven. Creo en la vida eterna. Porque la muerte es una puerta que se abre, que se cierra y una luz que en espíritu no se apaga. También, como dijo María Magdalena: "creo que mi redentor vive".

Pero nada, ni caso que me hacen. Grito desde lo profundo a mi madre que se dé como antes lo hacía una vueltica por mi casa para darme un masajillo o hacerme las cazuelicas que solía hacer y que pueda yo oír su voz. Pues nada. Y todo ello cuando escucho decir a Kiko Rivera, el hijo de Paquirri y de Isabel Pantoja, que su padre se le aparece y hasta le mueve las cosas de la mesilla de noche.

Por si fuera poco, también Ana García Obregón afirma que su primer amor, Fernando Martín, le manda mensajes. Dice haber estado casada con él cuando falleció. Y si miente en esto, ¿qué credibilidad puede tener en el resto de sus declaraciones? Como también creo que Kiko, aparte de calvo, feo y, en mi opinión, algo tonto, también lo hace. ¿Por qué a ellos sí y no a mi santa madre? Por más que creo que la Virgen María se ha aparecido en cuerpo y alma en Fátima y Lourdes a los más sencillos. Y algún que otro santo o santa canonizados también. No Íñigo de Loyola o Francisco de Javier, muy a pesar de haber sido yo jesuita no llegado a ordenar, y menos aún, el fundador de la Obra.