ANTE todo quiero expresar mi satisfacción porque podamos disfrutar de parte de la obra de Auguste Rodin en nuestra propia casa, en la plaza del Castillo. Sin embargo, no puedo dejar de poner un pero a la presentación de los burgueses de Calais. Esta escultura, creada por Auguste Rodin junto a su colaboradora, Camille Claudel, no son seis esculturas diferentes sin ninguna unión entre sí. Son seis personajes que están allí, juntos. Porque juntos, por una burla del destino en la que ellos no han tenido ningún protagonismo, se dirigen directamente al cadalso, de una forma más o menos voluntaria, con el fin de salvar al resto de la población de Calais de la ira del rey Eduardo III de Inglaterra, que no perdona la defensa numantina que sus habitantes han hecho de la ciudad. Son conscientes de que están dando sus últimos pasos en esta vida y que deben darlos, que deben actuar tal como lo están haciendo.
Pero eso no quiere decir que estén de acuerdo y se rebelan a su manera. Viéndose ya en el más allá, sus rostros denotan tristeza, pasividad, incredulidad, pero no rechazo ni ningún tipo de enfado. No miran a ningún lugar, ni siquiera entre ellos, como si los demás no estuvieran allí, como si cada uno se encontrara solo. Ni siquiera al público, donde seguramente se encontrarían sus parientes, desesperados por su pérdida. Uno lleva una soga, la que va a terminar con su vida, en el hombro y ni fuerzas tiene para rechazarla. Otro se desespera, con las manos tapando su cabeza. Pero ninguno trata de huir, ni de tirarse al suelo en un acto de desesperación.
Saben que su ciudad, sus familiares, les piden ese sacrificio y ellos están dispuestos. Sin más.
Al final la historia tiene un final feliz, y en el último momento son salvados por la intermediación de la reina de Inglaterra, y supongo que la foto que entonces podríamos ver sería otra muy distinta.
A Auguste Rodin, la ciudad de Calais, todavía agradecida quinientos años más tarde, le encargó una escultura para conmemorar la hazaña. Y así lo hizo, una escultura de seis personajes. Conjunta. No seis personajes como están en la plaza del Castillo, separados y mirando cada uno para un lado, como si cada uno de ellos estuviera yendo a una fiesta distinta.
Tanto es así que, una vez terminada la escultura, el Ayuntamiento de Calais le pidió que la pusiera sobre un pedestal elevado. Y Auguste Rodin se negó, porque, como dijo, sus personajes iban caminando, arrastrando los pies, por el suelo, y eso lo tenía que ver la gente.
No quiero terminar este escrito sin enviar mis más cordiales saludos al magnífico pensador.
Javier Díaz Húder