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El coche, la vaca sagrada del capitalismo

Conocido es cómo el antropólogo Marvin Harris analizó el fenómeno de las vacas sagradas de la India y la prohibición de matarlas por respeto a la vida. Descubría con datos económicos que detrás de la religión había todo un sistema de subsistencia basado en la eficiencia, bastante más excelente que las componendas de un capitalismo que insistía una y otra vez en sacrificar los animales como solución al problema del hambre. Demostraba que el despilfarro del modelo energético del coche o de la agroindustria intensiva superaba con creces lo que millones de vacas pudieran gastar, y concluía su artículo con una comparación que apuntaba a este modelo insostenible: "Si desean ver una verdadera vaca sagrada, salgan a la calle y observen el automóvil de la familia".

Esto viene a cuento de la medida municipal de multar al peatón y seguir apuntalando la vaca sagrada como el modelo de ciudad insostenible que poco a poco están gestando en Pamplona. No es nueva la idea, en tiempos de Alfredo Jaime ya se intentó, y en aquel momento hasta los propios municipales se vieron enfrentados a situaciones de verdadero ridículo. Si como la ciudadanía sensible al problema ambiental se pregunta, lo que quieren es engrosar las arcas, lo más rápido sería coger los mínimos modulados de velocidad para los coches en la ciudad y hacerse millonarios en breves segundos. Pero estamos hablando del astro rey, el coche. Esta es la verdadera política de tráfico desde hace ya años: escalextrificación, plaza igual a agujero igual a aparcamiento y macro-puentes que acaban en un bonito jardín (con el tiempo cemento, como el puente moderno de San Pedro). Unido a cuestiones tan irracionales como pretender que uno se baje de la bicicleta en el paso de peatones. ¿Se bajan los conductores de coches en las zonas peatonales?

La ideología coche impulsada por Volkswagen, Barcina & Cía traerá consecuencias funestas para la economía monoespecializada en automoción de la Comarca de Pamplona. Es tan patente que en lugar de promocionar la bicicleta el día de la movilidad, lo que se hace es una exposición de coches en plena plaza del Castillo. Un lugar por el que algunos lucharon muy democráticamente en virtud de una verdadera sostenibilidad. Porque, claro, el discurso de lo verde y lo sostenible se lo saben muy bien (los coches eran eléctricos); pero a la hora de la verdad da igual que haya por medio árboles que personas, si hay que cementar, se cementa. Se podría continuar con los denominados carriles bici: ¡la de farolas y contenedores que tiene uno que sortear, además de ser un acróbata contorsionista especializado en doblar curvas en forma de ángulo recto! Otros grandes temas, léase la tarifa de los autobuses urbanos, el taxi o la racionalización del transporte de autobuses privados a las fábricas de la periferia, quedan supeditados a la ciudad del Polo y la conurbación del TAV, un modelo creado por, para, según y con las vacas sagradas. Todo lo demás tan frágil como su discurso de marketing. No es creíble.

Una vez más, la política del arquitecto de Dios (o del Opus), nuestro Maya, queda al descubierto. Multar al peatón. ¿Y qué más? ¿Habrá una velocidad mínima para la gente que hace footing? ¿Habrá una tasa de volumen específica para los carros de la compra? ¿Tendrán que pasar la ITV los monopatines?

Esperemos que haya municipales que tengan dos dedos de frente y pasen, como hasta ahora, de seguir incidiendo en su imagen social de descerebrados.