Resulta una incongruencia que mientras la tecnología y el conocimiento humano avanzan a una velocidad difícil de asimilar, nuestros sistemas sociales, por el contrario, retroceden de una manera igualmente vertiginosa, de la mano de la prepotencia, la mentira, la estafa y la corrupción política. Nos abruman día a día los periódicos o los informativos, vemos cómo van para atrás valores que antes se tenían en cuenta, de la ética que ha desaparecido, se ha pasado al burdo disimulo y de ahí a la desvergüenza descarada. Se nos demuestra cada día que nuestra democracia y nuestra monarquía son una farsa, que tenemos un sistema de gobierno que no sirve. Lo del voto es papel mojado, que los políticos cacareen que ello les legitima y por tanto son representantes de la voluntad popular ofende la inteligencia de la gente, viendo que cuando sus partidos acceden alternativamente al poder incumplen sistemáticamente sus programas electorales mientras los ciudadanos no tienen mecanismos legales para hacerles cumplir lo prometido o sacarlos del gobierno.

Involuciona nuestro sistema educativo con una ley que pretende que la religión católica tenga más rango académico que las matemáticas. Mientras el equipamiento médico es cada vez más rápido y sofisticado, aumentan las listas de espera en nuestros hospitales, están haciendo inviable nuestro sistema sanitario deliberadamente para que puedan meterle mano sus amigotes de la pasta. Vemos cómo aumenta la frustración de nuestros jóvenes que se ven incapaces de desarrollarse como seres humanos y crear una familia que pueda sustentarse sobre la base de un simple trabajo estable. Qué es eso tan importante para ellos que les hace convertir en infelices a tantos millones de ciudadanos, traicionar de esa manera a los hombres y mujeres que encima les pagan el sueldo. Cada vez están más lejanos los derechos que teníamos anteayer. ¿Hasta donde nos van a hacer retroceder? ¿Por qué lo consentimos? Ya lo dice Sabina, Nos sobran los motivos.