Como abogado en ejercicio desde casi un cuarto de siglo no puedo menos que abochornarme ante las escenas del juicio contra el exjuez Silva. Vaya por delante mi consideración, demostrada desde años de garantismo y excelente trato, al presidente de la sala y su paciencia ante los desplantes del abogado y acusado. Es inaudito que se permita ese circo desde quien ejerce la profesión de abogado y su defendido, hasta hace nada juez en activo. Creo sinceramente que se han traspasado todos los límites de la buena fe y lealtad procesal, y que ahora más que nunca se hace necesario que se incluyan, como desde hace tiempo pensamos muchos abogados, exámenes psicológicos periódicos para quien tiene la función de juzgar y decidir la suerte de los derechos fundamentales de los justiciables.