En una reciente entrevista, decía nuestro amigo y montañero Gregorio Áriz que a pesar de que él ha subido muy alto, el Orhi es la montaña de sus sueños. Años atrás ya le oíamos comentar que siempre le emocionaban las salidas por nuestro Pirineo, aunque para entonces él ya había coronado el Hindu Kush, el Daulaghiri y otros gigantes. Recuerdo cuando él hacía comentarios al respecto, teniendo varias cimas cercanas que apenas rebasaban los mil metros, señalándolas con el dedo, con lo cual el momento aún resultaba más entrañable.

Y es que en esta tierra estamos rodeados de montes, valles, enclaves maravillosos que resultan recomendables. Y para disfrutar de muchos de ellos, no es necesario que nos equipemos con crampones, piolets o goretex. Podemos elegir entre ascensión, travesía, paseo naturalístico... pero es necesario conocer bien la velocidad de crucero de nuestros acompañantes, no vaya a ser que nos lleven a remolque a un ritmo en el que nuestro disfrute se convierta en pesadilla. En la montaña cada cual tiene su objetivo; hay quien parece tener prisa por hollar cuantas más cumbres en el menor tiempo, para la estadística, a los que, cariñosamente llamamos tachacimas. Hay otros, que, sosegadamente, van paseando, sin perder detalle de cuanto aparece ante sus ojos. Otros que van identificando plantas. Otros? En fin, sea como fuere, las salidas al campo o al monte son ciertamente recomendables, aunque siempre aparecerá alguien que, como aquel poeta, dirá: "¿El campo? ¿Ese horrendo lugar donde andan los pollos crudos?". Sorprendente. Bueno, Gregorio, nos alegra mucho tu cariño hacia nuestro Pirineo, y enhorabuena por tu libro La muñeca del Chogolisa, esperando que le sigan otros, ya que nos consta que tienes todavía muchas cosas que contarnos.