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La carpa del valle de Etxauri

El segundo fin de semana de septiembre se celebró, como todos los años, la fiesta del valle de Etxauri. Es una celebración de gran tradición que organiza rotativamente cada uno de los pueblos que constituyen el valle. Este año le ha correspondido a Etxauri que, como sus antecesores e intentando superarles, recogió el pasado año el testigo de Ubani y durante este fin de semana ha puesto la localidad patas arriba con tal entusiasmo y entrega que ha enardecido y puesto en toque de queda a los vecinos de Ziritza, responsables del evento el próximo año.

Es una fiesta en la que todos caben, y para hacer más real esta afirmación, hace unos años alguien tuvo la feliz iniciativa de adquirir mancomunadamente una gran carpa, que con carácter festivo e itinerante va de pueblo en pueblo, de fiesta en fiesta, y que todos los años, para estas fechas, pone broche de oro con su blanca presencia a la temporada festiva del valle. En el poco tiempo que lleva se ha convertido, por méritos propios, en el icono de la fiesta, la catedral de la celebración, el yacimiento inagotable de imaginación y, en consecuencia, el espontáneo punto de encuentro y concentración de todos los habitantes del valle. Aquí no hay imposiciones, por lo que todo el mundo cumple; aquí nadie es más que nadie, por lo que todas y todos colaboran, y como además no hay recomendaciones restrictivas, el extenso catálogo de pecados de baja intensidad que se cometen son automáticamente condonados con el chupinazo final.

Tiene carácter multidisciplinar, a veces de music hall, otras de gran salón de baile, también de grand prix, y sobre todo de escenario de habilidades culinarias pues, no en vano, da cobijo todos los años al concurso de calderetes, que es el epicentro popular del jolgorio, la gloriosa noche de aprendices de cocina, la solemne velada de los cocineros con galones y la excusa libertaria para ponerse de rancho hasta los gavilanes. Da lo mismo el premio, siempre ganan los otros, nada importa quién lo hace, siempre está mejor el de al lado, y lo que cuenta de verdad es el espíritu de fiesta, diversión y abandono al abrigo de la carpa.

La única filiación que te piden para entrar es la sonrisa y el único peaje la solidaridad. ¿Quién da más por menos? Si alguna vez, apreciado lector, te dejas caer por el valle de Etxauri en septiembre y ves una hermosa carpa blanca, entra y verás? casi seguro que tendrás que oír y hasta cantar un par de rancheras, pero de verdad vale la pena.