No es la que a veces señala el estruendo, porque es algo habitual, a lo que no prestamos atención, aunque luego provocará alarma, cuando a la luz salgan sus efectos. La gran noticia no es que una política famosa, expulsada del partido, muera de infarto al ser juzgada. La noticia que subyace es cómo los partidos tradicionales y el sistema democrático está sufriendo un terremoto en la mayoría de los países occidentales. Por la corrupción de muchos dirigentes, por un lado, pero también porque no nos sentimos representados, ya que obedecen a intereses particulares o a directrices económicas que no aportan mejor vida a la mayoría. Lo importante, a veces, está en el fondo del río del estruendo. Estamos acostumbrados, desgraciadamente, a leer noticias sobre intentos de atentado abortados en esta guerra a la que no terminamos de despertar en Occidente, somnolientos por la ebriedad a que nos tiene acostumbrados la vida regalada, acomodada con una riqueza material que todavía perdura y nos hace mirar sólo a corto plazo, lo inmediato y lo sensible, como los animalitos. Acaban de evitar otro atentado musulmán en Francia, y en España lograron deshacer y capturar a un grupo de criminales religiosos, fanáticos, que con la bandera de Mahoma querían amordazarnos y ahogar nuestras libertades. Con la acogida de miles de refugiados procedentes de Siria se nos han colado unos cuantos enemigos, terroristas, creyentes en la imposición por la violencia de sus creencias. Intentarán destruirnos; odian nuestras libertades. Había que acoger a esas familias que huían de la guerra, del horror, pero tenemos islas donde podían haber sido bien alojados y controlados, no diseminados por Europa, como harapientos en estaciones ferroviarias o en condiciones deplorables... Nuestros políticos no han estado a la altura de las circunstancias y esto, además, ha sido una de las principales razones para que el Reino Unido se separara de Europa, la inmigración. En España hemos mantenido durante años decenas de mezquitas que predican un islam radical... Luego nos espantamos, pero sólo cuando vemos la sangre correr cerca de nuestros pasos, cuando el vecino o nuestro familiar es el degollado, lloramos. De las decenas de mezquitas españolas que predican el fanatismo habría que hacer una limpieza y quienes van contra nuestro mundo, quienes nos odian, devolverlos a sus países de origen si son extranjeros. Esto es la gran noticia: hasta ahora no ha habido apenas filtros a la inmigración musulmana fanática. Nuestro Gobierno, recién formado, ha de lograr un pacto de estado para evitar a esos enemigos, aunque los partidos de izquierda, estúpidamente, abrieron las puertas a quienes más se les oponen. Pero comienza el arrepentimiento.
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