Una nueva pieza al morral: en esta ocasión un religioso de Markina que ha traducido al euskara las obras completas de Santa Teresa. El montaje ha sido grotesco: el Gobierno se sirve de triquiñuelas legales para denegarle el premio concedido por un jurado de prestigio. Ofende a los que valoran el euskara como su lengua propia, unos porque hemos hecho el esfuerzo por aprenderlo y otros, los euskaldunzaharrak, que se han preocupado de mantenerlo y transmitirlo a sus herederos.

El ministro de Cultura, Mendez Vigo, con sonrisa cómplice, hace público que se le deniega el premio. La disculpa: vale cualquiera, que el jurado ha cometido un error. Así, todo el esfuerzo queda sin valor. Pide perdón a quien es capaz de realizar tal esfuerzo por el euskara, pero objetivo cumplido: el premio se anula.

Quizá por el hecho de que los amantes de nuestro idioma nos hemos acostumbrado a la insignificancia, porque los adultos que acudimos a diario a los euskaltegis hacemos los etxekolanak, escuchamos la tele o leemos con esfuerzo libros, cuentos o prensa en euskara nos parece que somos clandestinos y no nos declaramos euskaltzaleak para no tener que soportar a los monolingües españoles que aprender euskara es perder el tiempo, enfatizando que es más útil el inglés o alemán, pues permite entenderse con muchos más que con el minoritario euskara, hablado solo por unos pocos.

El silogismo es evidente: aprendamos inglés o alemán y así podremos entendernos con todo el mundo, pues las lenguas minoritarias son primitivas, no evolucionadas y difíciles para expresar conceptos modernos o sentimientos. Quizá tengan razón los que tratan de racionalizar nuestras mentes poniendo dificultades a la, según ellos, expansión fanática e inútil del euskara.

Habría que explicar a Mendez Vigo que cultivar y extender la lengua propia es el fundamento de la pervivencia como pueblo vasco y que apelar a la eficacia o la productividad para el aprendizaje de idiomas de gran difusión es una falacia que, a la vista está, no es incompatible para que se demande con entusiasmo el del euskara, además de otros idiomas.

Luis Baraiazarra es un símbolo doloroso que en esta ocasión se hace público por cerrazón y error del Gobierno central. Pero que es un revulsivo para continuar popularizando y amando nuestra lengua, y la mejor forma es aprenderla y hablarla con naturalidad.