De las cuatro patas en las que se asienta la unidad de Navarra, esto es: los Sanfermines, Osasuna, la Volkswagen y los Fueros, esta última tiene un pase por su complejidad. Decía el otro día en un artículo de opinión un destacado miembro de UPN en estas mismas páginas que los Fueros son España, y sí, coincido: los Fueros son España, pero la España del señor Sánchez, la del país de países, la de las diversas nacionalidades juntas, la de, aunque no nos guste, las autonomías con diversas velocidades. No pertenecen a la España de Colón, aquella que es una, la que defiende la derecha del centro, la derecha a secas y la extrema derecha española.
Por mucho que nos cueste creerlo, los Fueros son un nacionalismo de baja intensidad, y negarlo es negar la evidencia. Me consta que en los primeros momentos de la espiral sin fin del derecho la autodeterminación de Cataluña, muchos de los que salían a manifestarse en favor de la independencia se habrían conformado con el estatus de Navarra o del País Vasco. La pela es la pela, y los nacionalismos son, al menos en el siglo XXI, económicos. Son una pretensión, legítima por supuesto, de una ideología de clases, de razas si me apuran. Coherentes con el Navarra first y después el resto. Los nacionalismos de izquierdas son una contradicción semántica en sí misma, un sinsentido indefendible.
UPN apoyó y participó en la manifestación del domingo, una acción que raya la hipocresía. Algo no me cuadra, a no ser que, si como se decía el otro día en el mencionado artículo de opinión, el Gobierno UPN-PP-Ciudadanos sea posible, entonces hay que empezar a acercar posturas. Así pues, creo que el señor Esparza tiene una conversación ideológica electoralista pendiente con la señora Beltrán y el señor Pérez-Nievas antes del 26 de mayo. Y ya de paso, también con el presidente de Vox en Navarra, del que ni sé su nombre ni quiero, no vaya a ser que les falte algún escaño y la extrema derecha sea imprescindible para formar gobierno.