Los consejos de mi amigo Daniel siempre son bien recibidos. Y sus críticas también. “Javier -me decía el día pasado-, tus escritos siempre rondan la denuncia, el inconformismo. Escribe sobre lo que te haya dejado buenos recuerdos, anécdotas, vivencias, experiencias... Para variar, hombre”.

Tiene razón. Ha llovido mucho desde entonces. Era San Fermín, iba en busca de los amigos. Tendría catorce, quince años. Caminaba por la acera de la avenida San Ignacio, cerca del hotel Yoldi. Absorto en mis pensamientos, casi me di de bruces con alguien que salía del citado establecimiento. Alto, atlético, en aquel entonces joven, con gafas oscuras que no llegaban a ocultar sus facciones. “¿Dónde he visto esta cara?” -pensé-. No pude menos que exclamar en voz alta: “¡Coño! ¡Judah Ben Hur!”. Sonrió tendiendo su mano que estreché conmocionado. Apretón de lo más cordial acompañado de algo que dijo en un inglés norteamericano que no entendí. Subió a un cochazo que esperaba junto al bordillo y se fue. Supongo que a donde íbamos todos. A la corrida.

Conté lo sucedido a los amiguetes. Cachondeo general, risas, tomaduras de pelo... “Tú alucinas, chaval”. Me invadió la duda, por lo que decidí callar y no contarlo a nadie. Hasta hoy.

Una vez más debo expresar mi agradecimiento a DIARIO DE NOTICIAS. Me explico: recortar artículos o escritos que atraigan mi atención es una de mis aficiones. Repasando las del pasado año, di con uno que trataba sobre personajes destacados que habían acudido a Iruña con motivo de las fiestas. Pues bien. No fue una aparición ni sufría alucinaciones. Era Charlton Heston en persona quien tropezó conmigo. O yo con él. Sucedió el 9 de julio de 1962. Confirmado. Para mi tranquilidad y satisfacción.

Mil gracias y hasta próxima vez.