Hace unas décadas los hombres no llorábamos, ni nos abrazábamos, ni compartíamos nuestros sentimientos. Las mujeres no tenían músculos. Nuestros papás no nos hablaban de su amor.

Hombres o mujeres. Sí, es más fácil tener claro en qué lado estamos. Es más fácil dejar claras las diferencias: el rosa o el azul desde pequeños, así nos libramos del miedo a la confusión sexual y el “pánico homosexual”. Ese que hace golpear en la noche al homosexual que vuelve solo a casa.

Es más fácil marcar, y hasta crear, las diferencias, no sea que encontremos en nosotros la otra identidad y empecemos a dudar de quiénes somos. Tengo que decir que después de treinta años acompañando como terapeuta a personas en la búsqueda de su felicidad, me olvido muy pronto de si es hombre o mujer quien tengo ante mí. Ese dato pasa a ser secundario.

Sí me parece fundamental el ver qué hombres y qué mujeres tienen dentro. Todos llevamos dentro a un papá, una mamá, dos abuelos y dos abuelas. Una variada multitud de ancestros. Son esos hombres y esas mujeres los que nos hacen ser quienes somos. Nuestra parte masculina y nuestra parte femenina.

Hace falta crear unos buenos estereotipos para no ver que las cualidades adscritas a las mujeres las tenemos los hombres: amar, abrazar, emocionarnos y llorar. Estamos sosteniendo estereotipos porque de esta forma es mas fácil manejar la compleja realidad. Para evitar esa confusión, que es también riqueza, hemos creado claras fronteras, diferentes colores y diseños de ropa, aficiones, actitudes hacia el manejo y cuidado de nuestro cuerpo, etc. Quien esté en la zona fronteriza debe ser metido en el armario. Como en cualquier diferencia identitaria nacional, los que no estén claramente posicionados en un bando, son rechazados y excomulgados. Hechos los bandos, hecha la guerra.

De la misma forma que debemos encontrar al independentista junto a nuestra identidad española, o al español junto a nuestra identidad independentista, debemos encontrar dentro de nosotros al hombre y a la mujer. Lo que quiera que esas dos identidades sean para cada uno. Esa es otra.

Difícil, una locura. Pero muy sana.