Que Nicolás Maduro es un dictador para la gran mayoría no tiene duda. Que Juan Guaidó es un demócrata liberador de su pueblo, tampoco. Claro que si pones en duda la versión que corre por los medios oficiales e investigas otras fuentes ya empiezas, cuando menos, a desconfiar de las verdades que te cuentan.

Resulta curioso tratar de dictador a quien ha ganado casi todas las votaciones, veinticinco de veintisiete, en las diferentes tipos de consultas y todas ellas supervisadas por organismos internacionales como la fundación Jimmy Carter, que declaró al sistema electoral venezolano como el mejor del mundo. Mucho más difícil de digerir es la etiqueta de demócrata colocada al autoproclamado presidente interino Guaidó. Los problemas de Venezuela son reales y gravísimos, pero seguramente serían menores si Donald Trump se apartara y permitiera que, por ejemplo, tendrían acceso a los 1.200 millones de dólares que han reclamado, de sus propias reservas de oro, al Banco de Londres y que los demócratas ingleses se niegan a darles, y es su propio dinero. O los 30.000 millones de dólares que el hombre naranja les retiene en bancos norteamericanos. Como todo esto no es suficiente para volver la opinión de la mayoría del pueblo, en las últimas votaciones del año pasado ganó Maduro con el 67,8%, ahora el boicot lo dirigen contra instalaciones básicas como la energía eléctrica. Alguien pone en duda la mano negra de los yankees detrás de todo esto?

Después de lo vivido aquí tras el 1-O en Cataluña, nos deja boquiabiertos ver al tal Guaidó arengando a la gente a la insurrección, haciendo llamamientos a la violencia, incluso pidiendo a otros países la intervención militar, y el tío haciendo vida normal. ¿Por qué Maduro no se atreve a aplicarle lo que en cualquier país se haría con toda normalidad, recordemos el 23-F con Tejero, quizás sería la excusa esperada para una intervención bélica? Mientras Puigdemont está exiliado en Bélgica y nueve políticos catalanes están siendo juzgados, con amenaza de penas de cárcel de hasta 25 años, los golpistas venezolanos cada día son más tolerados y, en comparación con la gravedad de Venezuela, lo de aquí son cosas de colegio de Primaria. Extraña forma de entender la democracia por unos y otros, aunque lo más grave es ver la pasividad del resto del mundo, por eso, ¿hasta cuándo vamos a tener que aguantar tanta mentira y hasta dónde serán capaces de poner en peligro a todo un país?