el martes pasado, 6 de agosto, Aingeru Pérez escribía un artículo en Tribunas que me pareció pleno de aciertos. Le he cambiado su luces y sombras del título, por pasado y presente.

Relata su experiencia en Salesianos resaltando lo positivo de la educación recibida y el efecto de dicho colegio en el desarrollo industrial de la Navarra de la segunda mitad del siglo XX. Le llamaba las luces.

Antes de entrar en lo que denominaba las sombras, ya citaba el nombre de un pederasta denunciado.

Relata los sobeos de confesionario evitados al confesarse en los laterales. Trataba de esquivar la cortina frontal que tanto se utilizó para esconder los abusos a los niños.

Tuvo la suerte de no sufrir los abusos aunque se indigna de que se produjeran. Hasta aquí el pasado.

Entra en las sombras a través del 2019 y las denuncias de pederastia que presiente tendrán continuidad.

Cree que la procedencia obrera de las familias que les enviaban a Salesianos debía haber sido objeto de respeto frente a los abusos.

Yo fui a lo que se llamaba colegio de pago. Se suponía que nuestra procedencia social nos iba a proteger más. Para nada, en su lista de colegios hay varios de estos, Reparadores de Puente, Diocesano de Estella, Maristas, Jesuitas y Ursulinas.

Denuncia que la Congregación, bendecida por la Iglesia Católica, escondía los abusos pederastas de sus miembros. Esta estrategia es hoy extensible a todos los colegios imputados.

Habla de una Comisión solicitada por Mikel Buil de Podemos Orain Bai, ¿qué ha sido de ella? Desde hoy tenemos un nuevo Gobierno que esperemos sea sensible ante el problema.

La Asociación de Abusos de la Iglesia de Navarra, a la que pertenezco, estaría encantada de ofrecer su testimonio y colaboración.

El Papa ha hablado, cierto, pero parece que la mayoría de sus obispos están sordos y no saben leer sus escritos sobre los abusos.

Nuestra Asociación aún está esperando respuesta de nuestro arzobispo Francisco Pérez a la carta que le entregamos hace más de dos meses. Solicitábamos información de sus acciones emprendidas sobre el tema.

La última palabra de mi título es presente.

Nuestras denuncias parecen arqueología de la pederastia. Han pasado décadas desde que las sufrimos, en mi caso seis.

A veces veo que causan extrañeza por el tiempo pasado antes de denunciar, incluso parece que suscitamos el morbo de un reality. Es la victimización secundaria de quienes hemos sufrido abusos.

Acierta Aingeru en el planteamiento dirigido a los padres y madres de los niños actuales en los colegios. Sin embargo, actualmente no es en los centros educativos donde más riesgo existe de sufrir acoso pederasta.

Ahora, por desgracia, es el ámbito familiar donde más se producen. También las organizaciones que atienden a niños en diferentes actividades sufren de la presencia de esos delincuentes.

Los grupos infanto-juveniles, de ocio, deportivos, campamentos, entornos parroquiales, etcétera, están sobrevolados por esos carroñeros de la inocencia infantil.

Como afirma Aingeru, son las Asociaciones de Padres y Madres de los colegios las que deben informarse, prevenir y denunciar el abuso a menores.

Para ellos se ofrece nuestra Asociación de Abusos de la Iglesia.