La mañana nos ha sorprendido con una despedida, con el adiós de una plataforma que las vecinas de Iruñea creamos para defendernos de los ataques de una derecha a la que no le gustaban, ni le gustan, las fiestas. Y es que a la derecha, de por sí elitista, de por sí privada y privatizadora, de por sí sosa, las fiestas en general, y las fiestas populares en particular, no le han gustado en la vida. Ellos son más de chiringuitos, bien lo sabemos, de fiestas en áticos, de saraos con guardia jurado en la puerta y de camareros mal pagados aguantando los codazos de la derecha hambrienta cuando pasan con bandejas de canapés. Y en algún momento pretendieron controlar las propias fiestas de la ciudad, dar el label de buena y mala fiesta según quién la organizase, y siempre y en todo caso perseguir a base de multas y palos a quien osara organizar algo que se saliese del tiesto ideológico. Porque al final de eso se trataba, de controlar una disidencia en su modelo de ciudad privatizada, aunque esa disidencia se dedicase a organizar unas verbenas y unas txoznas para el barrio. Y lo intentaron ahogando económicamente a esos colectivos de barrio que construyen día a día, a esas jai ba-tzordes por las que han pasado miles de vecinas y vecinos montando barras, organizando juegos y llevando kilikis, a esos colectivos que se atrevían y atreven a bailar y cantar por las calles de Iruñea. Mandaron a su perro más rabioso a inundar calderetes, a detener Olentzeros, a cerrar barras populares y a cortar los cables para que no se escuchase la música de fiesta. Años de prohibiciones, de multas y de tasas desorbitadas. Pero se encontraron con años de calle, de imaginación, de militancia vecinal, años de un auzolan enorme que sirvió para defender, pero sobre todo para soñar, un nuevo modelo festivo, en definitiva, un nuevo modelo de ciudad.

Las herramientas de las que el pueblo se dota para hacer frente al dinosaurio son muchas. Unas herramientas tienen validez durante muchos años, otras se van transformando y otras tienen caducidad. Pero lo importante es que siempre surgen nuevas herramientas, nuevos espacios de colaboración y coordinación. Porque ante el dinosaurio, las mariposas siguen revoloteando año tras año, transformando la propia ciudad. Las mariposas puede dar sensación de desaparecer en algún momento del año, pero la realidad es que las larvas ya están creciendo en algún lugar para explotar en color en el momento más inesperado. A los dinosaurios solo les espera la extinción.

Las mariposas seguirán inundando de color la ciudad. Sin duda.

Eskerrik asko, agur eta Gora Iruñea!