Hubo abrazos que por singularidad pasaron a la historia. El abrazo de Vergara en 1839 entre los generales Espartero y el general Maroto. También pasaría a la historia el que tuvo, más reciente, entre el presidente de EEUU, Nixon, con el gran jefe chino Mao Tse Tung, de quien llegaría a decirse, que quien no ama a China no ama a Mao.
En fin, un sin número más, pero el abrazo más reciente, entre Pedro y Pablo, posiblemente que también llegue a pasar a la Historia, por lo inesperado, que ha sorprendido tanto, no solo a la clase política, sino también a la opinión pública, que si antes del abrazo hubo un sin número de cábalas y conjeturas, ahora las combinaciones que se barajan sobre la posibilidad de formar Gobierno son tantas, que parecen las combinaciones de una partida de ajedrez, donde en este caso la figura del Rey, al no jugar, hace que la partida sea todavía más complicada, y como decía aquel: “¡Dios guarde al Rey, y a nosotros también!”.