Hace poco acudí con unos amigos al cementerio de Estella para adecentar mínimamente un gran mausoleo situado a la entrada. Es el más solemne y majestuoso de los allí existentes, fue costeado por Carlos VII para contener los restos de varios generales carlistas aunque la intención era que cobijase también los de otros de sus voluntarios pero lo único posterior, muy posterior, es una pequeña placa en recuerdo de todos los carlistas caídos por unos ideales. Dicho gran monumento (adornado con símbolos militares y los leones tan queridos por la estética del XIX) no puede competir con el dedicado en Roncal al tenor Gayarre, obra maestra de Mariano Benlliure, pero ello no desmerece al de Estella que, tanto por su empaque como monumentalidad, es digno de una mínima conservación, más aún si se tiene en cuenta que tan solo existe otro monumento funerario carlista de similar rango en Euskal Herria, el de Zumalakarregi en Zegama, en el interior de la parroquia de San Martín, por lo que su conservación, a diferencia del de Estella, es buena. Estella/Lizarra, tan destacada en su veterana significación histórica, que conserva el más rico patrimonio carlista, no puede abandonar el excepcional y monumental panteón de los generales de Carlos VII, merecedor de cuidadosa atención tanto por la concejalía de cultura de su Ayuntamiento como por la consejería de igual ramo del Gobierno de Navarra.