Navarra entera se viste de colores, de Bera a Cintruénigo, ha llegado el Carnaval. Este enrarecido ambiente que desciende desde los húmedos robledales del norte, continúa por las encinas y viñas de la Zona Media, hasta toparse con las áridas Bardenas de romeral y las fértiles tierras del Ebro. Podemos establecer este ciclo desde después de Reyes hasta Cuaresma, incluso alargarlo a Pascua, con los Bolantes de Valcarlos.

Dichos festejos gozan de muy buena salud, a los recuperados del cajón de la memoria, se han sumado los carnavales urbanos del imaginario popular, impulsados en gran parte por los barrios de nueva creación. Estos han servido para sacar a relucir historias como la Martingala en Burlada, con el brujo Lucas de Ayerbe o la figura de Félix Sarasa Txolin en Berriozar, quien fuese alcalde de Artica, luchó contra los franceses en la Guerra de la Independencia. Fue además lugarteniente de Espoz y Mina y lo describió como el vascongado más cerrado que había existido en Navarra, lo que nos indica que el euskera era una lengua de peso en la Cuenca hacia el siglo XVIII.

El último lunes de enero, los Joaldunak de Zubieta marcharon hasta Ituren, para devolverles estos la visita al día siguiente. Las márgenes del río Ezkurra fueron testigos del tañer de sus cencerros y su fértil vega, que acariciada con sus crines, fue despertando a Amalurra de su letargo invernal. Las barriadas rurales de Uitzi, Leitza o Sunbilla también han ido realizando sus típicas puskas, cuestaciones de comida y bebida, ataviado el vecindario con estrafalaria indumentaria.

Algunos desaparecidos por su alto grado de violencia y desfase como el de Olite o Altsasu a principios del siglo pasado y otros prohibidos por el régimen franquista. Pero que gracias al desinteresado interés de unos pocos, como Julio y Pío Caro Baroja, Enrike Zelaia, Cristina Bayona o el incansable Jimeno Jurío, hoy son muchos los pueblos que vuelven a celebrar sus carnavales y además actualizados, permitiendo la participación activa de la mujer.

Tres de esas celebraciones ostentan el título de Fiesta de Interés Turístico de Navarra y es que su contenido etnográfico es excepcional, no por ello hay que pasar por alto las demás. Poseen unos claros toques totémicos, donde comparten capítulo, por ejemplo, la inversión del sexo con satán, triunfando en muchas ocasiones el bien sobre el mal.

Al ritmo de zortziko, jotas, rigodón o pasacalles los diferentes personajes irán saliendo a escena, Txatxos en Lantz, Zipoteros en Tudela, Zaku-Zaharrak en Lesaka o Cascabobos y Mascaritas en Aoiz. Con sardes, sombreros de cintas, vejigas de cuto, varas de avellano o cencerros y acompañados de txistus, gaitas, trikitixas o charangas pondrán la guinda del pastel a todos los actos del ciclo carnavalesco. No sin antes haber reunido fuerzas, txistorra, un buen plato de calbotes con sacramentos, baztanzopas o torrijas, son algunos de los platos típicos que se degustan en esta época.

Un año más don Carnal volverá a dar paso a doña Cuaresma, un año más, los ancestrales ritos de nuestro característico folclore se volverán a repetir, entre la emoción de quienes participan y el asombro cuantos acuden como espectadores.

El autor es investigador y estudiante de Historia y Patrimonio