En un aria de El Barbero de Sevilla, de Rossini, se canta entre otras: La calumnia es un ventichelo, es un vientecillo, comienza a susurrar, se introduce hábilmente, el calumniado es humillado, bajo el azote público va a morir. Hago este preámbulo para comentar lo ocurrido a uno de los tenores más grandes de la historia de la lirica, Placido Domingo. Me quedo con los defensores de él, que han sido muchos y muchas, y a los que le han sentenciado, recordarles el pasaje bíblico, cuando Jesús dice a los que querían condenar a la mujer adúltera: ¡Quien se halle libre de pecado, arroje la primera piedra! Sin duda, que entre todos los que le han juzgado sobrarían todas las piedras. No sabemos cuáles fueron sus pecados, y si los hubo o no, dado que ahora nos dicen que siempre que haya mutuo consentimiento no es pecado. De cualquier forma, lo que pudo haber, tiempo es para que haya prescrito. En estos temas, en ocasiones te dicen que no es no, y ocurre lo que le pasó a nuestro presidente, que luego fue que sí. Una lástima que a un artista de esta talla haya que despedirlo así, porque no se lo merece.