Puede que esta hipótesis estudiada que dice que pasados veintiún días de realización de una actividad de manera reiterada, cualquiera que sea, se convierte en hábito, cale con fuerza en estas semanas ya no tan extrañas. Confirmo que para mí lo más duro fue el inicio, el golpe ante tal situación nunca antes vivida, pero que de veras, conforme han ido pasando los días, me he habituado. Y aquí las circunstancias y condiciones de cada persona son tan variadas y diferenciadas como personas somos. Más o menos luz en casa, tener hijos/as o no, la edad que tengan calibrará la paciencia, lógico. ¿Oxígeno aportado gracias a la mascota? También cuenta. O vivirla en soledad, recogiendo la compra del ascensor y divulgar señales de vida a través del teléfono. También el oído se ha hecho, lamentablemente, a escuchar cifras de centenares de muertes diarias casi sin inmutarse, sin realizar la codificación y conexión que hacía inicialmente con el lastre que venía detrás de la cifra.En esto que hace días que viene a llamarse crisis económica, laboral o empresarial, los Gobiernos intentan deshumanizar el concepto de pandemia, mucho más carnal y capaz de colarse bajo la piel hasta colapsar el pulmón de un familiar verdaderamente cercano, para de esta manera alejar y obstaculizar a su vez nuestra relación con la muerte, ya de por sí tabuizada y distorsionada. Son días que por tradición de una sociedad educada y manejada desde la religión católica se recuerda la muerte de una figura referente en esa creencia. Al mismo tiempo que otra figura oscura, con guadaña, maligna, adquiere forma de filas de féretros a la espera de la morgue impersonal sin un penúltimo, ni quién sabe si postúltimo adiós. Tránsito de dejar este mundo que es un acto inevitablemente personal, ya que cada uno lo haremos solos, pero varía hacerlo desde la soledad de una habitación de hospital, una residencia, una celda, un teléfono que no contesta desde hace días o hacerlo agarrado a una mano cálida, querida. El facto en sí es el mismo. Las circunstancias muy diversas de sobrellevar para las que se quedan vivas.El día que abramos la puerta, no sabremos qué temperatura hará, cuánto nos costará acercarnos mutuamente, ni cuántas personas menos estaremos entre nosotros.Crisis me acerca al cambio. Cambio lo acerco a lo humano. Y humano a la vida unida desde el inicio a la muerte. Naturalmente.