Cristina, mi vecina del 5º, trabaja en un supermercado de lunes a sábado; durante estos meses de emergencia sanitaria es tal la presión a la que está sometida para que no falten los alimentos en las estanterías, que el domingo sólo tiene fuerzas para descansar. Con el salario que tiene, llegar a fin de mes suele ser una odisea.Silvia, la que tiene las hijas en la ikastola, asea diariamente a los ancianos en una residencia de la tercera edad, por cierto, privatizada durante el Gobierno de Barcina. Entre ella y su compañera se ocupan de una planta entera porque cada vez hay menos personal, a pesar de que la empresa aumente cada año sus beneficios. Los primeros días todo fue un caos y trabajaron sin EPI ni protocolos de ningún tipo sabiendo que se podían contagiar en cualquier momento; aun así, y a pesar de que la procesión va por dentro, nunca les ha faltado una sonrisa a la hora de atender de forma digna a nuestros mayores. Durante este tiempo han visto morir a 16 residentes y 8 de sus compañeras han enfermado por el virus. Llevan tres años intentando mejorar su mísero convenio colectivo; hasta la fecha, sin éxito.Antonia, la que suele andar paseando a su perrito en la plaza del rastro, encadena ya seis años de contratos eventuales limpiando las dependencias de la UCI en el Hospital Virgen del Camino. Ella sabe que sin una limpieza adecuada se pone en riesgo la salud y la vida y no es posible el trabajo sanitario. En alguna ocasión, a través de una de esas miradas que lo dicen todo, alguien ha menospreciado su trabajo, pero ahora comprueba con no poca satisfacción cómo la crisis ha demostrado que su labor es imprescindible.Nuestras tres vecinas tienen en común unos trabajos con bajos salarios y que hasta la fecha no han tenido un reconocimiento expreso de la sociedad. Ahora, la crisis sanitaria ha hecho que se le vean las costuras al sistema y ha puesto de manifiesto todas las carencias que vivimos en los ámbitos de alimentación, de cuidados y de limpieza. Es por eso que ha llegado la hora de que los sectores esenciales sobre los que descansan los pilares de la sociedad dejen de ser los más precarios.Así que, además de aplaudir diariamente a todas las que se están dejando la piel sirviendo a la sociedad, poniendo incluso su salud en riesgo, hay que ofrecerles medios suficientes y condiciones dignas de trabajo para que puedan prestar un buen servicio y suponga un reconocimiento real a su labor diaria. ¡Gracias vecinas!