Culpar al más débil es una práctica común en todas las dictaduras, es la forma fácil de esconder los errores propios de la ineptitud y la prepotencia.En este caso son los hosteleros los que han de cargar con la culpa de una liberación de las restricciones que, siendo necesaria, requería de medir las fases y los tiempos con la ayuda de los técnicos en salud pública y los directamente interesados, para una solución eficaz.Nos pilló cagando, a los políticos y a todos sin excepción, nadie podía esperarse lo ocurrido.¿Se tiene derecho a negar la posibilidad de trabajo de unos, en beneficio de todos, y hacérselo pagar solo a los afectados?¿Son las ayudas (si alguien las cobra) suficiente compensación?No nos podemos quedar solo en lo económico, sería volver al error. Hay millones de afectados y, desgraciadamente muchos, demasiados muertos. La mayoría personas mayores ingresadas en centros para su mejor cuidado. No eran (aunque los hubieran atendido con gusto) asiduos de la hostelería.Al grito de ¡cuidemos a nuestros mayores! todos los partidos políticos, convertidos hoy en contadores de escaños, negociadores de baratillo, engañadores de oficio, regaladores de bien ajeno, sacra casta, de ese cubil encumbrado con masters de chuleta mal copiada, cuando no comprada, huyen de la responsabilidad que les toca.A todos nos choca ver la masificación en grandes centros comerciales y en los autobuses del transporte público, mientras no se permite ni el 30% del aforo en bares y se concede el beneplácito de la puta calle a los clientes, pequeños comercios que forman parte de la misma rueda y taxistas condenados al único viaje de los recintos hospitalarios.Tenemos la obligación de luchar contra el contagio, pero nadie, y menos aún quienes no cumplen con la suya, acusen y condenen a otros para justificar su ineptitud.