Las raíces del Cielo (Les racines du Ciel), así tituló Romain Gary su gran relato en defensa de los elefantes en África Central, libro que mereció el gran premio Goncourt de las letras francesas.David, tú también te has hecho merecedor del Goncourt, pues has sellado con tu sangre la defensa de África y de sus pobladores más preciados, las personas y su reino animal, frente a los que quieren diezmar o incluso exterminar esta riqueza, gente sin escrúpulos y sanguinaria.Y tu pueblo, Artajona, ha mostrado su dolor e impotencia ante tu muerte. Hoy quiero unirme a este coro que ensalza tu valentía y gritar: "¡Basta ya! Ni un muerto más".Me pregunto de dónde has sacado la fuerza, David, para entregarte a un periodismo de máximo riesgo y mantener una empatía tan grande hacia los que te rodean. La respuesta no puede ser otra que de tus raíces: tu familia, tu pueblo, Artajona, y sus habitantes.Me viene a la memoria el recuerdo de un misionero de la familia, Mariano Iturria, que dio a África toda su vida, 50 años repartidos entre Ruanda y Camerún, pero que todos los años, por las fiestas del pueblo acudía a escuchar el txupinazo y empaparse de la alegría de su pueblo, Cintruénigo.Tú también, David, sabías convivir con los amigos y amigas de la peña La Putada para no dejarte quemar por el periodismo que hacías. Tú también sabías responder a la alegría y a la historia de tu pueblo vistiendo tu ropa medieval en los momentos festivos.Recibe ahora nuestra admiración y que tu ejemplo permanezca vivo entre nosotros.