Burlada, un día cualquiera. Ella se levanta sobre las 4.30 de la mañana, lava sus pelos en su taza de café fumándose un cigarrillo entre humos de sueño. Corriendo, como siempre, baja a su perra a la calle antes de coger su coche para dirigirse al trabajo. Reza para que no llueva o nieve y así el trayecto sea más cómodo. En la fábrica no para ni un momento, pero sus muchos jefecillos siempre quieren más... Lucha, se cabrea, ríe, llora... Sale mucho más tarde que cuando le correspondería, y todo por 1.-000 euros de mierda. Vuelve hacia casa, pero tiene que parar para comprar comida y hacer varios encargos para sus hijos, a los que verá luego. Frega, limpia, hace esas cuentas que nunca salen y prepara la cena para los dos depredadores que esperan impacientes su sustento. Contesta al teléfono y discute con su hermana, vuelve a contestar y discute con su exmarido, más de lo mismo... Los chicos se van a casa de su padre cuando va de mañanas, duermen con él... Se queda sola, con la mirada constante de la perrita, y suspira... anhela el sonido del teléfono, ahora sí, es la hora... Es él, el que le ha devuelto la alegría, el que le hace sentir importante, el que le hace sentirse querida... El que junto con sus hijos le hace parecer la vida maravillosa, a pesar de todo...