Desde que se publicó la continuación de las medidas y restricciones tomadas este año por motivos de la pandemia en los centros escolares para el inicio del curso que viene, no han dejado de sonar esos instrumentos bien orquestados y mediatizados semana a semana en contra de la medida más controvertida, la famosa jornada escolar. Motivo de años de debate entre padres, madres, apymas, gobiernos y desgobiernos. Sin mencionar a propósito a docentes, orientadores, directores, pedagogos y pediatras, en definitiva, todos esos profesionales capacitados para opinar y decidir con criterio científico y técnico al respecto sobre este tema, pero que como en muchos otros, a los que menos se escucha, más se calla e ignora.No se hizo esperar desde las asociaciones más representativas del elenco parental y maternal su descontento y voz en grito, clamando y presionando como apisonadora que oprime el asfalto la vuelta a la maravillosa y única opción posible de la jornada partida, a tenor de los increíbles malos resultados y la imposibilidad manifiesta de conciliación laboral y familiar en la que tanto se escudan los detractores de la jornada continua.Ha tenido que llegar una pandemia para sacar del comodismo y obligar a empresas y trabajadores a salir de su zona de confort y molestarse en conciliar sus jornadas laborales, ofreciéndonos así la gratificante experiencia de probar y evaluar el resultado de una jornada escolar diferente. No solo ha quedado demostrado que la jornada continua es posible, eficaz y más deseable, sino que además ha dejado al descubierto que la jornada partida atiende más a criterios de egoísmo.Madres y padres, asociaciones y demás organismos públicos y privados, no me canso de oír esa queja social de que los niños cada vez vienen peor educados desde casa, que cada vez son menos respetuosos y carentes de valores. ¿Tendrá algo que ver esto en convertir a nuestros hijos en niños de fin de semana? Se han planteado que si sumamos madrugadores, las 8 horas lectivas, la hora de extraescolares y los deberes en casa suman en el mejor de los casos 11 horas de trabajo en niños de 3 a 12 años.Si a nosotros, los adultos, nos obligaran (y digo obligaran porque al niño se le obliga, no elige), a ir una hora antes al trabajo, 8 horas de jornada, otra extra y dos de teletrabajo en casa, hace tiempo que los sindicatos, esos que tanto se están manifestando en defender los derechos de unos y poco los de otros, habrían convocado un huelga general en contra de la explotación.Destacar el monopolio patente y la falta de flexibilidad en el tema que aquí nos atañe, ¿por qué al igual que se puede elegir un centro escolar u otro en función de su modelo educativo, no se puede elegir en función de su jornada escolar? ¿Es que acaso todos los centros educativos, padres y madres, son partidarios de la jornada partida? ¿Por qué no se insta a los gobiernos a introducir esta realidad? ¿acaso sería una medida impopular?Dejemos de utilizar los ciclos de Infantil y Primaria como guarderías encubiertas y sustento de negocios y déjennos a aquellos que sí queremos conciliar nuestra vida laboral y familiar, disfrutar y educar a nuestros hijos día a día dedicándoles ese tiempo que tanto merecen y necesitan o, por lo menos, dennos la posibilidad de elegir la jornada continua y más en estos tiempos.