Hace unos días nos desayunábamos con la desconcertante noticia de que Educación ha decidido unilateralmente prorrogar este curso la jornada continua. Y digo desconcertante porque, al margen de la conveniencia o no de este tipo de jornada -ese es otro debate-, no parece que el departamento se base en motivos sanitarios para tomar tal decisión dadas las evidentes incongruencias que acompañan este comienzo de curso:- El propio departamento recorta las clases lectivas y la jornada pero invita a los centros a organizar actividades extraescolares. Es como poco curioso que Educación considere que es peligroso estar más tiempo con el grupo burbuja pero al mismo tiempo dé vía libre para organizar actividades en las que se mezcle alumnado de diversos grupos.- Con la jornada continua la conciliación pasa a tener un precio y más que nunca se convierte en un privilegio. A las familias en las que padre y madre trabajamos nos queda como opción pedir una reducción -que casi siempre recae en la mujer- o tirar de extraescolares que en la mayoría de los casos no son precisamente gratuitas. - No nos olvidemos de que esta jornada continua que vivimos se sustenta en una reducción de las clases lectivas. Sin ser experta no me parece lo mejor para nuestras hijas e hijos comprimir el temario para que luego puedan salir a las 15.00 a hacer dantza o pintura.Con estas mimbres, empiezo el curso con la tarea de hacer malabares un año más y, sobre todo, con la amargura de que algún dirigente se piense que somos muy fáciles de engañar. Me gustaría pedir -rogar- a Carlos Gimeno más socialismo y menos corporativismo y recordarle que está en su puesto para velar por el interés público. Espero que en el futuro las decisiones de Educación no se basen en criterios tan inconsistentes como los que al menos públicamente se alegan y nos permita a centros y familias decidir nuestra propia organización.