Siempre me provocó una ingenua sonrisa el miedo que tenía Obélix a que le cayese encima el cielo a pedazos. Sin embargo, sí que me causaron temor las inexplicables primeras chispas desde un cielo de azul intenso que se convertirían en lluvia apocalíptica unos párrafos después en un cuento de Leopoldo Lugones. Llovían rayitas de fuego como virutas de amoladora que dejaron el olor de la carne quemada, incluida la humana, por todas las páginas del libro. Por el contrario, no me asusta nada saber que se han extinguido los anacoretas, esos dinosaurios del rezo que con sus oraciones apuntalaban la cúpula del cielo. Si no se ha caído ya, será porque todavía la sostiene el miedo de Obélix. Para la gente el miedo es peyorativo, pero en su justa medida, ha salvado muchas vidas. Dylan cantaba en los sesenta con tono profético que los tiempos están cambiando y que deberíamos empezar a nadar si no queremos hundirnos como una piedra. En la misma década Jacques Rueff también utilizó la inundación como metáfora, pero en este caso se refería a la inundación monetaria mientras que el mundo financiero se empeñaba en que faltaba liquidez. La balanza comercial de EEUU, el país más exportador y rico del mundo, era negativa. El Sistema Monetario Internacional estaba duplicando el dinero con un tipo de cambio fijo entre el dólar y el oro. Con un tono menos poético que Dylan, Rueff profetizó que el dólar dejaría de ser convertible en oro. Pocos años después, en 1971, el presidente Richard Nixon no tuvo más remedio que anunciar la inconvertibilidad y añadió que se dejaba flotar. Nadie entendió qué significaba que una moneda flotase. Hoy mi amigo de toda la vida se ha acordado de Dylan y ha inscrito en un cursillo de natación a su hijo de siete años porque escuchó lo de la alianza que llaman AUKUS, que contrarrestará el poder que silenciosamente ha ido acumulando China. El susto no le viene por las fuerzas en sí, ya desmesuradas, sino por imaginarlas colocadas casi de frente como dos machos Alfa. Si el dólar flotó es porque aprendió a nadar en los años sesenta -dijo mi amig-. Y si flota ahora es porque también ha aprendido a volar. Lo malo será si se volatiliza. En los años sesenta las multinacionales con un pie en EEUU y otro en Europa tuvieron mucho que ver en ese abuso de liquidez artificial que tumbó al dólar. Ahora las multinacionales operan en todo el mundo. En 2018 había más de 950.000 empresas extranjeras en China. La propia China es un capitalismo de Estado. Al oírle me entró una especie de mareo y desorientación. Confundí delante con arriba y futuro con cielo. Sentí de pronto el síndrome Obélix, y reconozco abiertamente que ahora me da miedo, como a él, que me pueda caer el futuro a pedazos.