cabo de tomarme una pastilla de chocolate, ¡¡¡¡¡mmmm!!!!

Sonrío. Después de saborearla, me pregunto ¿he hecho lo que quería hacer? ¿O lo que creía que tenía que hacer?

Últimamente, busco la respuesta de hacer lo que quiero, pero lo que quiero profunda y conscientemente en cada uno de mis actos. Esta tarea que me pongo me puede generar confusión o resultar costosa. Ciertamente puede ser agotador, constantemente preguntándome, pero por otro lado siento que es un trabajo clarificador y facilitador para las futuras decisiones. ¿Tú cómo lo ves? Si crees que es una tarea innecesaria, tienes mi aprobación para dejar de leer este artículo. Sino puedes continuar reflexionando conmigo. Lo que quieras.

Durante mucho tiempo me he dejado guiar por lo que creía que debía hacer, si era lo correcto, lo aceptado, lo valorado, lo que se esperaba de mí..., poniendo el foco y la responsabilidad en terceras personas. Me explico, ¿era lo correcto para mí o para las demás personas? ¿yo soy la que considero qué es adecuado o las demás? Ahora yo decido, en algunos casos solo intento, en función de lo que siento, lo que quiero y dejando las suposiciones de otras personas en su tejado.

Hoy me he tomado el chocolate queriendo disfrutar de ese sabor inspirador para escribir estas líneas. Porque el chocolate es una fuente de energía, placer, bienestar, y en algunos casos he leído que favorece la concentración y la memoria. Pero además, este cacao, base de la elaboración del chocolate, supone una importante fuente de ingresos y empleo para las poblaciones rurales de los países productores, en particular para los entre 5 y 6 millones de agricultores y agricultoras a pequeña escala que cultivan cerca del 90% del cacao mundial. La producción mundial de cacao se ha incrementado en un 3% de media anual durante las últimas dos décadas, se valora, numéricamente, en 103.000 millones de dólares estadounidenses en 2017 y se estima que el mercado mundial del chocolate crecerá a un ritmo del 7% anual, alcanzando los 162.000 millones en 2024. A pesar del enorme volumen del mercado global de chocolate, el valor que reciben los productores y productoras de cacao del producto final es mínimo y probablemente seguirá menguando en el futuro: de media, quienes producen cacao reciben entre un 3% y un 7% del precio de venta final de una barra de chocolate, lo que contrasta con el 50% que recibían en la década de los setenta o el 16% que recibían en la década de los ochenta. En comparación, las marcas fabricantes de chocolate obtienen alrededor del 40% del precio final y los minoristas cerca del 35% .

Desde mi situación, en cierta medida privilegia, puedo permitirme comprar un chocolate de mayor calidad que el convencional y sentir la satisfacción de contribuir y favorecer a nivel mundial a la sostenibilidad, la promoción de la vida ambiental, humana y comunitaria, la transparencia en todos sus pasos y la igualdad entre hombres y mujeres, como garantiza el sello de Comercio Justo en toda la cadena productora.

En definitiva, me gusta el sabor y lo que me hace sentir. Satisfacción por contribuir a un mundo más justo, igualitario, participativo, transparente y fuera de cualquier tipo de explotación laboral ni infantil. ¿Se puede decir esto de otro chocolate?

Te invito a que te des un capricho o una oportunidad, en mi caso este chocolate, porque quieres, sintiendo que lo haces con confianza y consciencia. A mí el chocolate de Comercio Justo me sabe mejor, mejor en muchas sutilezas, ¿y a ti?, ¿qué te genera?

Si quieres más información sobre el cacao tienes el informe Hacia la sostenibilidad de las cadenas de suministros de cacao: opciones de regulación para la UE elaborado por la CECJ (Coordinadora Estatal de Comercio Justo).

Y si quieres más información sobre lo que te hace feliz, dedícate unos momentos a indagar en tu interior cada día.

Gracias por este dulce momentico.

Los autores son: Belén Arnedo Álvarez (Pueblos Hermanos), Banesa Cisneros (SETEM), Jesús Blanco González (Proclade Yanapay)