Hace unas semanas leí una entrevista a Reyes Calderón, autora de novelas policíacas. Vaya por delante mi admiración porque la escritora es capaz de compaginar esa actividad con la de profesora de la universidad privada de Navarra. En la novela Los crímenes del número primo, uno de sus personajes, el secretario personal del arzobispo de Pamplona, Lucas Andueza, salió de su “elegante casa” para ir a su trabajo en el Arzobispado, que está en “el envejecido barrio de la Navarrería”, zona “tomada por okupas y radicales provascos”. El valiente sacerdote caminaba “cuando, sin previo aviso, de uno de aquellos descascarillados edificios emergió un grupo de extraños personajes ataviados con vestimenta de guerrilla y parafernalia metálica clavada en el cuerpo”.La descripción de los ciudadanos de la Navarrería en esta novela no tiene desperdicio. En este barrio “los curas eran objeto de mofas, dianas improvisadas cuando se presentaba la ocasión”... “Desde su insondable ignorancia al aroma del cannabis, los habitantes de la Navarrería veían en el clero a su enemigo”, pero al parecer, en la descripción de la escritora, “solían conformarse con algún insulto grueso”.Esta vez, para tranquilidad del imaginario Andueza, que ya había sido apedreado anteriormente, el grupo en cuestión, “basculando entre vapores de droga y alcohol, no le prestó atención, siguiendo su marcha con la vista perdida en algún extraño hueco de su conciencia”.Es ficción, pero a mi entender refleja algo. La convivencia en nuestro barrio no tiene tintes dramáticos, y no es preocupante. Creo que la mayoría vivimos muy a gusto. Sí lo es lo que refleja la señora Calderón. No por el barrio, en el que transcurre la vida de la infancia, juventud y madurez de miles de pamploneses sin mayores sobresaltos, en el que algunos mayores, curas y laicos nos conocemos y respetamos mutuamente, sino por lo que de alguna manera difunde una persona que, profesora de la universidad de la Iglesia en Pamplona, debería de conocer un poco mejor al vecindario.Dejo a la consideración de los lectores los problemas que acarrea el sectarismo, la ignorancia y el odio al diferente. Invito desde aquí a doña Reyes a tomar algo (e incluso comer o cenar) en los buenos bares y restaurantes de la zona. En la redacción de Diario de Noticias le darán mis señas. Quizás esos fantasmas que difunde en su ficción se le desvanezcan algo y demos un pasito en el conocimiento mutuo de todos los ciudadanos.