¿Qué tiene el txupinazo que hace que todo navarro ante su estruendo salte de alegría y se vista de blanco y rojo y abrace al vecino, partícipe también de la misma felicidad?

Pues que anuncia que han llegado las fiestas de la ciudad, de su santo patrono, San Fermín, de todos los niños y niñas que vivirán nuevas sensaciones viendo bailar a los gigantes o siendo perseguidos por Cara Vinagre y el resto de zaldikos, de los adolescentes que bailarán y beberán hasta el amanecer, de los jóvenes que buscarán la remontada de adrenalina en la calle Estafeta, frente a los miuras, de los abuelos y abuelas que con orgullo pasearán a sus nietos y nietas por la plaza del Castillo.

Es, en pocas palabras, la auténtica vida que nos penetra y hace que nuestro corazón golpee a cien, que el rostro tenga una viveza y un brillo que no posee durante los restantes días del año.

A ti, querido lector o lectora, te invito a que te acerques al nº 17 de la calle Aralar y te abras al milagro de la fiesta que es el de la vida misma, y que te unas a los que tienen dificultad para moverse y para saltar de alegría. Y quedarás sorprendido viendo el milagro de San Fermín echando un capote al colectivo parkinsoniano. Por ello, el 6 de julio, si tienes Parkinson, no lo vivas solo, ven a la Asociación Navarra de Parkinson.