Estos días, coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, se ve a mucha gente no con sencillos ramos de flores, como hace años, sino con grandes centros de flores, que cuestan dinerales, para llevar al cementerio, donde los muertos no se enteran de nada. Parece que estamos en una competición de los vivos por aparentar quién tiene más adornada la tumba.

Muchos familiares que al difunto en vida no le han hecho el menor caso, lo digo porque trabajé en Urgencias de un hospital, y cuando les decían los médicos a los familiares de ingresar al paciente, enseguida te preguntaban si teníamos listas de posibles cuidador@s. Vamos, no eran capaces de quedarse ni una sola noche con el familiar. Hay de todo, como en la viña del señor. Lo digo porque hay personas mayores que se sienten muy solas en pueblos, ciudades, residencias, etcétera.

Con la de gente que hay sin poder cubrir sus necesidades vitales y nos pasamos el día quejándonos que no nos subvencionan esto o aquello. Ese derroche de flores es para pocos días, sin embargo, cada vez hay más gente necesitada, incluidos niñ@s, y deberíamos de pensar en cambiar de costumbre y entregar ese dinero, o parte, a ONG como Cáritas o el Banco de Alimentos, que en su última campaña no ha sacado ni la mitad de dinero que en otras y las necesidades siguen aumentando, se achaca a la guerra de Ucrania, que la gente se volcó y vaciaron los armarios literalmente.

En los pueblos pasa que el enterramiento es gratis y hay gente enterrada que lleva más de 50 años, por eso se llenan, creándose nuevos cementerios, en vez de ir sacando a los muertos más antiguos y hacen uno mancomunado para el valle con todos los servicios, pero hay que pagar, como en las ciudades, en el nicho permanecen 15 años como máximo.

Deberíamos reflexionar sobre el derroche floral, que no nos lleva a ningún sitio.