La crisis de Crimea habría significado el retorno de la Doctrina Brézhnev (también llamada doctrina de la soberanía limitada), que instauró que "Rusia tiene derecho a intervenir incluso militarmente en asuntos internos de los países de su área de influencia", instaurando una red de anillos orbitales que gravitarán sobré la égida rusa.

Respecto a Ucrania, Putin intenta conseguir que Ucrania no entre en la OTAN y que el contencioso ucraniano quede perfilado con la división de Ucrania en dos mitades, quedando el Este del país (incluida Crimea y el Mar de Azov) bajo la órbita rusa mientras el Centro y Oeste de la actual Ucrania navegarán tras la estela de la UE con lo que Putin logrará el control total del Mar de Azov mientras Ucrania controlaría el Mar Negro.

Los indicios de senilidad de Biden, el fiasco de Afganistán, la falta de acuerdos parlamentarios para aprobar su programa de New Deal con inversiones en servicios sociales, lucha contra el cambio climático y construcción de infraestructuras valorados en billones de dólares habría provocado la pérdida del control del Congreso por los demócratas tras las elecciones intermedias de noviembre.

Los republicanos ya han anunciado que piensan fiscalizar las futuras ayudas en armamento a Ucrania que alcanzarían ya la cifra astronómica de 40.000 millones de dólares, así como el rastreo minucioso de las vicisitudes de dicho armamento para evitar su paso al mercado negro armamentista.

Ello, aunado con una inflación desbocada y la posible entrada en recesión de la economía estadounidense el año próximo, podría facilitar un próximo encuentro personal entre Biden y Putin que desembocaría en el 2023 en un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia y en la posterior firma de un nuevo Tratado de Coexistencia Pacífica entre EEUU y Rusia que daría por finiquitada la Guerra Fría 2.0.

El autor es analista