Hay cadenas en la televisión que ponen las películas de principio a fin, sin anuncios. Para los que nos gusta el cine es una gozada. Comenté en cierta ocasión, en este mismo medio, que después de leer Judah Ben-Hur, escrito por Lewis Wallace, la pusieron una noche al principio de la pandemia. Me defraudó por un motivo evidente, disfrute más con el libro. Suele sucederme. Otra de mis aficiones es la lectura.

A propósito de mis gustos, recientemente en DIARIO DE NOTICIAS, en la sección Sabía que…, relativo al séptimo arte decían que Titanic fue la más taquillera de la historia del cine. Lo que me sorprendió cuando la vi, con la de millones que se invirtieron haciéndola, no tengan asesoramiento de profesionales para no caer en el error garrafal que cometieron. Me explico. No soy marino, pero algo se aprende leyendo. La citada noche, en la cubierta de proa, un serviola (vigilante) avisa al puente de mando: “¡Puente!, ¡hielo por la amura de babor!”. El oficial al mando da las órdenes oportunas: “¡Máquinas, avante toda! Toda la caña a estribor”. Las imágenes que siguen son para echarse a temblar. La nave vira, pero no a estribor. Para que se entienda, lo que hace es dirigirse hacia el iceberg. Cosas del cine.

Está claro que con la capacidad del navío recién construido, dotado de los máximos adelantos de la época para la navegación, no se explica la catástrofe acontecida. A lo largo de los años se han hecho exploraciones submarinas en el fondo del océano en los restos del auténtico Titanic. Algún día se sabrán las causas.

Eso espero.