Hace una semana ha llegado a los ayuntamientos el proyecto de construcción de la plataforma del tren de alta velocidad que afecta a los municipios de Pueyo, Garinoain, Barasoain, Olcoz – Biurrun, Tiebas y Muruarte de Reta.

El proyecto llega con sorpresas mayúsculas. La primera es que la superficie afectada sobre la que previamente se había informado para ser expropiada se multiplica por tres. La segunda es que, al parecer, el Gobierno de Navarra no pinta nada, ya que es el Estado, por medio de Adif, quien tiene toda la competencia. Y todo ello se ha producido sin que nadie haya informado de los cambios sustanciales que se han producido respecto al proyecto original.

En principio, y sin entrar en la discusión más de fondo sobre la necesidad de la alta velocidad, nos habíamos resignado incluso a que en Barasoain se expropiara una mayor cantidad de la habitual por la necesidad de construir un tramo que, por necesidades técnicas, implicaba el doble de terreno a ocupar. Pero de repente nos encontramos con que, a diferencia del tramo de Castejón a Tafalla, se expropian 122 hectáreas de terrenos cultivables (unas 7 en Pueyo, 30 en Garinoain, 20 en Barasoain y unas 65 entre Biurrun, Olcoz, Tiebas y Muruarte de Reta) para construir vertederos donde depositar 3,5 millones de metros cúbicos de los 5,3 millones que se precisa extraer para el trazado de vías. Los 1,8 millones de metros cúbicos restantes se depositarán en el vertedero de Esparza de Galar. Es obvio que debe resultar más barato expropiar tierras cultivables en las que esparcir el escombro que trasladarlo a otros puntos.

¿Qué implica esta conversión de 122 hectáreas de terrenos cultivables en vertederos? Lo primero, que el impacto medioambiental es mayúsculo, y más si en los informes conocidos de impacto medioambiental no se habla para nada de estos vertederos. Lo segundo es que para muchos propietarios agrícolas la irreparable pérdida de superficie cultivable supone una importante merma empresarial que, en algunos casos, puede llevar a que resulte inviable seguir con la actividad productiva. Tampoco debemos olvidarnos del gran impacto en los comunales de cultivo que se va a producir en estos municipios; a la pérdida que supone para los que los cultivan debe sumarse la de ingresos para ayuntamientos con escasos recursos.

¿En qué beneficiará a estos pequeños pueblos la alta velocidad? En realidad, va a empeorar su conectividad porque no debemos olvidarnos de que va a desaparecer la estación de Tafalla, que muchos usamos para nuestros desplazamientos a Madrid o a Barcelona. Cuando funcione la alta velocidad deberemos desplazarnos a Pamplona, pagar un billete más caro para, en suma, no rebajar el tiempo de desplazamiento. Ya padecemos el trato discriminatorio que supone tener una autopista de peaje que seguimos pagando religiosamente, mientras los usuarios de la Autovía del Camino, que también se ha pagado con nuestros impuestos, lo hacen gratuitamente.

Sabemos que nuestros ayuntamientos se han dirigido al Gobierno de Navarra en busca de una explicación sobre el desaguisado que se nos avecina. Al parecer, solo se recibe la callada por respuesta. No deja de sorprendernos que una Consejería de Medio Ambiente, tan celosa y meticulosa en que respetemos el medio, no diga ni pío cuando nos van a ocupar 122 hectáreas con vertederos. Eso sí, volveremos a oír a nuestros representantes políticos lo mucho que se preocupan por los pueblos pequeños. Que lo demuestren.