Buenos días, Lucho. Has de saber que te sigo con interés en la columna de Fernando Chivite. Sí, claro, indirectamente. Inconvenientes de ser mascota. Y me dirijo a ti para que hables con tus semejantes, con el resto de Luchos y Luchas de la ciudad. No sé, algo opinaréis del tema. El asunto es que yo vivo solo, no tengo un Lucho. Amé mucho, cuando era muete, a una chucha que se llamaba Neli. Pero ahora mismo no tengo chucho ni chucha. Y yo, que siempre he tenido gran amor a tus semejantes, Lucho, últimamente ando a la greña con vosotros. La cosa es que me vine hace unos dos años a esta casa, donde el río hace un remanso, entre álamos, muy al estilo John Wayne en Old Oklahoma, pero en San Jorge, en Pamplona, y ahí emboscado, pues nada, que me sentía muy bien. Pero mira por donde, a los seis meses montaron junto a nuestra manzana, a 15 metros, centímetro abajo, centímetro arriba, una zona de esparcimiento canino (ZEC). En un artículo en este periódico los usuarios de ese ZEC ya se quejaban de la pendiente y de lo reducido que es, y lo llamaron pipicán para escaladores. Había históricamente en el barrio una demanda vecinal de un área de esparcimiento canino. Es ésta una zona de paseo, y, claro, había mucho chucho suelto, y muchas heces minando los céspedes, y el Ayuntamiento, con buena voluntad, pues montó un ZEC ahí, en plena cuesta. Y la cosa es que no se ha solucionado el problema, que sigue habiendo mucho semejante tuyo suelto, y sigue habiendo mucha hez canina minándolo todo. El ZEC es un barrizal en invierno, hay árboles descortezados, olores insalubres en verano... Y sí, claro, claro que hay muchos dueños, muy cívicos la mayoría, sin duda. Casi la totalidad. Pero ese objetivo no se ha logrado. Lo que se ha conseguido, entre otras cosas, es que haya una zona de esparcimiento canino muy cerca del vecindario, y como es normal, pues hay perros madrugadores y hay perros trasnochadores, los hay ansiosos, los hay introvertidos, como es normal, pero a mí hay días que me quitan el sueño, sí, sí, como en aquel chiste malo de los pelos del culo no me dejan dolmil. Y me puse en contacto con el Ayuntamiento. Buenas palabras, pero la cosa ahí sigue. Y luego me puse en contacto con el Defensor del Pueblo. Y a decir verdad, qué esmero, qué celo, qué manera de defender a una minoría, mejor dicho a uno contra todos y todo. Y bueno, el Defensor del Pueblo, pues me da la razón, no te copio aquí nada, porque es difícil hacer corta-pega de un PDF. Y me dice que emprenda cuanto antes vías legales para defender mi derecho constitucional al descanso. No sé lo que haría John Wayne en Old Oklahoma. Yo he pensado que igual sería mejor hablar contigo, que seguro que eres el perro más influencer de la ciudad. No sé, algo podrás hacer. Ya sé, claro, que hay mucha más gente en la ciudad que no tiene garantizado su derecho constitucional al descanso, y que parece que me quejo frívolamente de unos pasajeros ladridos, sí, claro, pero también me quejo por vosotros, que no podéis ladrar tranquilos, contaros vuestras cosas, hablar de esto y de lo otro, sin molestar al vecindario, porque, ¿verdad Lucho? ¿A que vosotros también lo pasáis mal cuando dais un poco la lata? Pues eso Lucho, que hay otra ZEC a 400 m., más o menos, junto a Trinitarios, con un agility y todo, y sin vecinos durmiendo a 15 metros, y a ver si animas a tus semejantes para que les lleven allí, sobre todo en horas de sueño. Porque imagínate por un momento que el Palacio de Justicia me da la razón y le toca al Ayuntamiento indemnizarme, con los dineros de todos, con la cantidad de cosas que hay para solucionar. Entonces, seguro que no duermo. Muchas gracias Lucho.