Año 2015. Una comunidad particular de viviendas en Mendillorri decide, dentro del contexto de unas obras generales de mejora de gran inversión, ejecutar con su dinero unos murales de pintura que embellezcan 190 m2 de porches. Porches privados, como la plaza interior de gran dimensión, pero que tienen la particularidad de ser de acceso y disfrute público. Es decir, cualquier persona ajena a esa comunidad, sin haberse gastado un euro, puede acceder y disfrutar de un entorno pagado con dinero particular. Propiedad en la que nunca se ha planteado el optar por cerrar los accesos, de modo que sea exclusivamente para su disfrute lo que costean (mantenimientos de todo tipo). Cierres que se contemplan en muchas urbanizaciones. Sus inversiones para mejorar algo de utilidad pública no tuvieron ninguna subvención; ni siquiera ningún afecto en consideración de pagos a las arcas públicas, por incremento de inversión respecto al proyecto original, en lo concerniente a las ventajas sociales aportadas.
Dentro de estas mejoras, insisto, para disfrute general, se ejecutaron murales de índole medioambiental que llenaron esas paredes con estampas de distintos animales (osos, águilas, nutrias, zorros, búhos, caballos y cisnes) en sus entornos (montañas, ríos, lagos, lagunas, desiertos). Murales de gran aceptación por propios y ajenos, donde han estado acudiendo a verlos multitud de progenitores con sus criaturas.
Año 2021-2022, empiezan a verse afectados por una suerte de grafitis consistentes en letras de gran formato, que deben ser la seña de identidad de los orgullosos ejecutantes, emborronando los murales de tal modo que, donde existía algo digno de contemplar, que embellecía el entorno, empieza a dar grima verlo. Y se nos dijo que no se podía denunciar, respecto a que se pudiese hacer algo. ¡Cojonudo! Permisividad que ha llevado a que actualmente, año 2023, la afección sea prácticamente total.
Una mejora visual y una inversión de dinero tirada por la borda. Una situación que nos lleva a una disyuntiva crucial: sabemos que si volvemos a realizarlos -nuevo gasto-, van a hacer lo mismo sin que nadie lo remedie; y sabemos que si pintamos las paredes en el formato habitual -pintado sin más- vamos a crear unos lienzos sobre los que, en cuestión de minutos, van a aparecer de nuevo las pintadas grafiteras sin ningún valor, afeando de nuevo todo y creando la sensación de estar en algún gueto urbano.
Estas situaciones se repiten en todos lados. Da igual cualquier tipo de infraestructura o mobiliario. En cuanto se construye o pone en marcha algo, ya están los personajillos de turno (me viene otra calificación, pero no puedo reproducirla), poniendo su impronta por encima de los valores sociales. Porque ellos, al parecer, están por encima de la comunidad y pueden hacer lo que les dé la gana, en base, al parecer, a su libertad de expresión. Y hay personas que, además, los defienden, dentro de esta sociedad que está perdiendo el norte a pasos agigantados. Y así nos va.
A ti, personajillo de turno, te hago la pregunta: ¿por qué no vas a poner tus firmas y eslóganes en donde vives; y más concretamente en tu propia casa? Seguro que tu familia te lo agradecerá efusivamente. Asimismo, como ya sabes qué políticos te sacan la cara, ve a pintar sus propiedades, pues te estarán profundamente agradecidos. Saca vídeos, por favor, de los profusos agradecimientos que recibirás, y súbelos a las redes sociales, para que podamos disfrutar de los cariños que te darán.
A las autoridades competentes (políticos en primer lugar): ¿hasta cuándo se va a seguir eludiendo esta lacra social?
El autor es vecino de la comunidad afectada