Se suele decir que “la unión hace la fuerza” y, en ese sentido, el hecho de que se aglutinaran las formaciones políticas que se encuentran a la izquierda del PSOE para concurrir, conjuntamente, en una única lista, a las elecciones generales era algo que, en un principio, podía ilusionar a todo ciudadano de ideología progresista. Sin embargo, los resultados del pasado domingo ponen de manifiesto que el nuevo partido, Sumar, ha obtenido siete escaños menos que la suma de los obtenidos, previamente, en las elecciones de 2019, por los partidos integrantes de dicha coalición.

¿A qué se ha debido esto? En mi opinión a que una buena parte de los ciudadanos que votaron a Podemos en las elecciones de 2019 se han sentido claramente defraudados, y traicionados, por todo lo que ha rodeado al origen y al desarrollo de Sumar y, en consecuencia, han optado por no votar el pasado domingo. A este respecto, paso a exponer un par de cuestiones que a mí, particularmente, no me han gustado, y siguen sin gustarme, en relación a la génesis y a la evolución de Sumar.

Primera: Que Sumar se presentara, ya de partida, con una líder impuesta, Yolanda Díaz. Pienso que lo que habría que haber hecho es haber consensuado un programa electoral, entre todas las fuerzas políticas concurrentes y, a partir de ahí, que tanto el cabeza de lista como el resto de candidatos hubieran sido elegidos democráticamente por las bases de los partidos concurrentes.

Segunda: El hecho de que se haya vetado a una persona concreta, la ministra Irene Montero, para que Podemos se pudiera integrar en Sumar. Con este veto, posiblemente impuesto, o cuando menos sugerido a Sumar, a su vez, por el poder económico, se ha pretendido “domesticar” a la facción más combativa del partido morado pero, a la vez, con ello, se ha creado una clara desconfianza e indignación en una parte muy considerable de los antiguos votantes de Podemos que siguen apostando, entre otras cosas, por cuestiones avanzadas de interés general, como es la creación de empresas públicas (banca, empresa energética...) lo cual choca de frente, obviamente, con los intereses del Ibex35.