El pasado 8 de junio, Koldo Berastegi en Cartas al Director se explayaba sobre el delegado del Gobierno de Galicia comentando que hablaba en gallego en sus disertaciones públicas, felicitándole. Faltaría más; y vaya la mía también.

Lo releí varias veces. Los recuerdos vuelven como si los hechos hubieran sucedido ayer mismo. Mi padre (e.p.d.) falleció hace más de cuarenta años. Nació en la provincia de Pontevedra en un pueblecito a unos kilómetros de La Estrada. El año 1971 celebramos mi veinticinco aniversario con un viaje a la que fue su casa natal. El 25 de julio visitamos Santiago de Compostela. Tuve el privilegio de asistir a la ceremonia en la que el botafumeiro oscilaba majestuoso. Menudo detalle en mi cumpleaños.

El motivo de estas líneas no es otro que, cuando llegó a estas tierras, entonces joven, aprendió a expresarse en euskera. Aunque no lo hablara con fluidez, se hacía entender. A la madre pocas veces la llamaba por su nombre, siempre amatxo. Curiosidades que conlleva la convivencia. Era poco habitual que se expresara en su legua nativa. Salvo en algunas ocasiones cuando pasábamos por el Lar Gallego en la calle San Fermín a degustar pulpo acompañado de albariño. Lo recomiendo, es una gozada.

En los años noventa hube de solicitar partida de nacimiento. Se encargó de la gestión un amigo experto en la materia, aún así, tuvo que hacer de detective. Lugar de nacimiento, fecha, etcétera. Cuando me entregó el documento, la sorpresa me dejó paralizado. Nacido el 24 de julio. No el 25. El festejo lo habíamos ido celebrando a lo largo de los años coincidía con el día de Galicia, de ahí el ceremonial de Santiago de Compostela. En fin, cosas de padres. Paciencia.