Una nueva vomitona ultraderechista apesta y avinagra el parlamentarismo europeo. A colación del pico del susodicho Rubiales, el oportunista Buxadé ha cargado, en sede parlamentaria, contra “aquellos que promueven la sexualización de los niños en las escuelas”; lo que significa convertirlos en elementos de deseo sexual, excluyendo su dignidad humana. Esta práctica, más propia de tiempos añorados por el eurodiputado y los suyos, no se da ya, afortunadamente, en el ámbito escolar español. Al contrario, los departamentos de educación y los profesionales del rango se centran en implementar programas educativos para el desarrollo integral del alumnado, que abarcan la totalidad de las dimensiones humanas de los menores, entre las que no puede faltar la afectivo-sexual, precisamente con el propósito de evitar personalidades futuras como la de Rubiales o la del propio Buxadé.

A nivel escolar nos encontramos en fase preventiva, sin embargo, para algunos ya es tarde y sus actitudes requerirían intervención terapéutica con complicado diagnóstico. Más por perversidad que por ignorancia, la rancia y repugnante pestilencia va abriéndose camino con el beneplácito de aquellos autoproclamados garantes de los derechos y de la igualdad. ¿Es la incoherencia inherente al poder?