La mujer en sociedad siempre ha estado en constantes presiones sociales y familiares. Por un lado la iglesia, la mujer perfecta es la mujer sumisa en su matrimonio. Es dulce y buena esposa, comprensiva, buena ama de casa y buena madre, además de ser discreta y recatada a la hora de vestir y comportarse. Al lado contrario la mujer descarada, la amante, la mujer dedicada a la prostitución y la mujer libertina. En cuanto al trabajo, trabajos precarios según la posición social, cobrando poco dinero y trabajando muchas horas. La búsqueda del placer, del dinero, de amor, de formar familia, de emprender, todo motivaciones personales.

Difícil valorar a una mujer, todas diferentes, todas iguales, todas mujeres. Ser una misma es difícil, muy difícil, frustración, metas inalcanzables, poco amor propio, pocas realidades. Las mujeres y su voluntad, sus decisiones, sus creencias, sus deseos, sus sueños y su vida, cabría preguntarse si aún queda esperanza para las mujeres. Cabría preguntarse si la soledad y la espera son compatibles con la felicidad, y cabría preguntarse qué quiere una mujer, vivir siendo ella misma feliz o morir sin ser ella misma. Ahí radica su valor como mujer.