Una nueva moda está arrasando en las redes sociales: los influencers virtuales. Un ejemplo de ello es Aitana López, una influencer virtual de 23 años. Tiene pelo rosa y le encantan los videojuegos, el ejercicio y el cosplay. En Instagram, Aitana ya tiene más de 110.000 seguidores en solo cuatro meses y gana hasta 4.000 euros al mes. Sin embargo, bajo el capó de los influencers virtuales se oculta un proceso complejo y costoso, con tarifas que pueden llegar a los 2.500 euros por modelo.

En Estados Unidos, Miquela se ha convertido en una destacada influencer virtual, con casi 3 millones de seguidores, colaborando con grandes marcas y exhibiendo su talento musical.

¿Pueden los influencers virtuales sustituir a los influencers humanos? Por un lado, los virtuales ofrecen ventajas innegables: su disponibilidad las 24 horas, su capacidad de adaptarse a cualquier campaña y la ausencia de limitaciones humanas. Sin embargo, los humanos poseen atributos únicos que los avatares digitales no pueden replicar completamente: la autenticidad de sus experiencias, la capacidad de formar conexiones emocionales genuinas y la habilidad para narrar historias personales.

Es probable que veamos emerger un ecosistema de influencia híbrido, donde influencers virtuales y humanos coexistan. Para ello, es esencial establecer directrices claras sobre la transparencia, la ética y la responsabilidad en el uso de la IA. Los consumidores deben ser conscientes de cuándo interactúan con un influencer virtual y cómo se utilizan sus datos en estas interacciones. La regulación adecuada de la IA es fundamental para garantizar que su uso sea ético, transparente y beneficioso para la sociedad en su conjunto.

La era de los influencers virtuales ha llegado para redefinir el panorama de la influencia en las redes sociales y lo que hoy vemos es sólo la punta del iceberg.