Suma y sigue. De esta forma tan sucinta, realista y contundente podemos definir los asesinatos que suceden entre las cuatro paredes de nuestros hogares.

Medios de comunicación, políticos, psiquiatras, psicólogos, tertulianos, gente de la calle, etc, todos dan la solución, todos tienen la pócima maravillosa, su peculiar bálsamo de Fierabrás para erradicar la plaga; a fuerza de ser sinceros, no derrotistas ni hipócritas, deberíamos admitir que elidir esa pandemia no es posible; veremos picos y valles, mas no su extinción.

Cada persona, extramuros, se muestra solícita, afable, mostramos nuestra mejor cara, somos el Dr. Jeckyll; sin embargo, ay amigo, una vez cruzamos el umbral de nuestras moradas, intramuros, nos metamorfoseamos en el pérfido e infame Mr. Hyde; es ahí donde mostramos nuestro verdadero ser, donde nos descubrimos al amparo de nuestras paredes; nos mostramos tal cual somos. 

La tecnología supone un avance, qué duda cabe, para mejorar la protección de las víctimas potenciales, pero hay momentos en los que no sirve para nada. 

Cada ser humano es un mundo ignoto para los demás, una simple fachada. La cultura ayuda y mucho pero no es la purga de Benito, como tampoco lo es gozar de una economía saneada

Somos animales algunas veces no racionales movidos por bajas pasiones. Los llamados irracionales actúan por instinto y supervivencia. El político e historiador romano Tácito lo tenía claro: “El odio entre parientes es más profundo”. Nihil novum sub sole (Libro del Eclesiastés).