Esta semana, con el conflicto entre Strava y Garmin, muchos deportistas se han escandalizado por no poder subir sus entrenamientos a la plataforma. Y a raíz de esta reacción, he reflexionado sobre hasta qué punto estamos corriendo por nosotros mismos o por mostrar a los demás lo que hacemos.
Como usuaria de Strava, reconozco que es una aplicación útil y motivadora, pero también me doy cuenta de que cada vez es más competitiva y adictiva. Consecuentemente, lo que debía ser una red social saludable para compartir el deporte que hacemos se ha convertido, a menudo, en un espacio de comparación y presión. Nos obsesionamos con publicar cada entrenamiento, ya que, como dicen algunos, “si no lo subes, no lo has hecho”, y en mejorar marcas no por superación personal, sino por validación externa.
Estar activo y hacer deporte está muy bien, y compartirlo con otros también puede ser positivo, siempre que lo hagamos para motivarnos y disfrutar, y no para compararnos, buscar aprobación o frustrarnos si no alcanzamos lo que los demás esperan.