Hace 88 años, en plena guerra civil, el 11 de noviembre de 1937 Pamplona sufrió un bombardeo aéreo que causó entre 7 y 12 muertos y de 20 a 70 heridos.

El ataque lo había planeado para dos días antes Leocadio Mendiola Núñez, jefe de la Tercera Escuadrilla Aérea del ejército republicano. La idea era matar al general Francisco Franco, que según los servicios de espionaje republicanos presidiría un acto en la capital navarra dos días antes. 

Para su desesperación, el martes 9 amaneció nublado y los aviones no pudieron despegar.

Pese a la oposición del alavés Ignacio Hidalgo de Cisneros, jefe de la Gloriosa Fuerza Aérea Republicana, y en palabras del propio Mendiola, como ya tenían las bombas destinadas para Pamplona, decidieron lanzarlas contra la ciudad indefensa: “El día 11 amaneció algo mejor, pero el Estado Mayor nos comunicó que ya no era menester intentar nada sobre Pamplona. Insistí y me dejaron salir con mi escuadrilla desde Reus. En pleno descenso entre nubes nos encontramos frente a Pamplona. Bombardeamos parte de la ciudad...” (declaraciones de Leocadio Mendiola Núñez en la Revista Aeroplano nº 17, de 1999, páginas 102-103).

Fueron entre 10 y 12 aviones Tupolev SB-2 Katiuska y un número desconocido de cazas de apoyo que dejaron un rastro de sangre y destrucción. Todavía hoy en día se aprecian las cicatrices que produjo la agresión en la fachada del edificio de Diputación.

Mientras que la legislación internacional, refrendada en el Boletín Oficial del Estado del 27 de mayo de 2002 califica la acción como un crimen de guerra al “destruir injustificadamente un núcleo urbano dirigiendo intencionalmente ataques contra la población civil en cuanto tal o contra personas civiles que no participen directamente en las hostilidades”, Francisco Pilo Ortiz escribió un libro titulado Leocadio Mendiola, héroe del aire.