Escribo estas líneas tras los sucesos acontecidos en el campus de la Universidad de Navarra el pasado jueves 30 de octubre. Debido a la lamentable actuación que tuvo lugar, debo expresar mi preocupación por el rumbo que está tomando mi generación. La cuestión es sencilla aunque no evidente: se está perdiendo el matiz, especialmente en los jóvenes.

Me apena ver cómo gran parte ya no parecen buscar ideales propios sino que se aferran a una causa inamovible, incapaces de ver más allá. Esta intolerancia está ligada a la pérdida de cultura en nuestra sociedad. La música, la literatura, el arte o la danza nos permiten adquirir una serie de valores indispensables para la convivencia política y el pensamiento crítico. Sin ellos, estamos condenados a la degradación moral, como demuestran los altercados y la violencia reciente. 

Desde los colegios y las universidades debe darse una fuerte apuesta por el arte y la cultura, cuya progresiva desaparición daña profundamente nuestra sociedad. Hoy, más que nunca, necesitamos un mundo sustentado en la política del diálogo y en la tolerancia. Si no reivindicamos estas disciplinas lo suficiente y dejamos que se extingan, acabaremos, como diría Miguel de Unamuno, sepultados entre los hunos y los hotros.

*Estudiante de Filología Hispánica de la Universidad de Navarra