Osasuna y la gestión de expectativas
El fervor popular y carácter gregario del ser humano hicieron que sobre este entrenador se creara una ilusión y unas expectativas
“A mí, Lisci, me está decepcionando”, me decía hace unos días un amigo. ¿Y eso? Le pregunté yo con cierta intención inquisitoria. "Pues porque no sabe ni por dónde le da el aire", me contestó en un tono amargo, casi iracundo.
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¿Y qué esperabas? Le pregunté de nuevo, al fin y al cabo, es un entrenador nuevo que no conoce a la plantilla y no ha entrenado nunca en Primera División, además, no me parece que lo esté haciendo mal del todo.
"¿Me hablas en serio?" Me espetó enérgico a la vez que me hacía recordar la temporada pasada del Mirandés con Licci a la cabeza.
Y aquí empieza la gestión de expectativas, algo que en inteligencia emocional se enseña en la primera semana de curso.
Muchos de los decepcionados con el entrenador de Osasuna y su juego no han visto nunca un partido del Mirandés, algunos ni conocían a Licci y mucho menos sus sistemas de juego, pese a todo, el fervor popular y carácter gregario del ser humano, hicieron que sobre este entrenador se creara una ilusión y unas expectativas que ahora se están viendo excesivas y si me apuras injustificadas.
Lo decía Platón, el ser humano necesita pertenecer a grupos y no hay nada que aúne voluntades con tanta fuerza como el fútbol. Ahora bien, ¿qué hacer cuando las cosas no salen como esperamos? La respuesta es sencilla, solo hace falta ajustar las expectativas y crear un escenario más realista.
Ya lo acuñó nuestro querido Pedro Mari, “si nos confiamos somos muy malos”. Ahora solo falta aprender de los sabios y buscar el camino, todo lo demás ni ayuda, ni le viene bien al osasunismo.
*Entrenador Nacional y coach deportivo