es evidente que la promoción incansable de algunos nombres, su uso machacón y repetitivo, responde a unos objetivos determinados. Reyno de Navarra es un claro ejemplo de ello. El reino, como realidad política y social, hace ya muchos años que desapareció. ¿Por qué, entonces, nos bombardean con este nombre de manera obsesiva? Así se llama ahora el campo de fútbol que sigue estando a orillas del río Sadar; también dicen que el Hospital de Navarra y la Clínica Virgen del Camino se fusionarán en un único centro médico que llevará esta denominación; el dichoso "reyno" aparece prácticamente en todas las campañas turísticas oficiales? Entre tanto, otras denominaciones son censuradas. Euskal Herria ha pasado a ser expresión prohibida en muchos ámbitos. Uno de ellos es el Diario de Navarra y por eso, precisamente, se nos hizo tan extraño leer el pasado lunes en una de sus páginas la denominación senda Euskalherria para referirse a la ruta montañera GR 12, en una noticia que hablaba de la adecuación de senderos. Se nos hizo tan raro como ver juntas, en un único mapa, la CAV y Navarra, formando un todo, en una revista de Navarra Gourmet. Se trataba de mostrar cuál era la zona de elaboración de un queso o algo así. Muy inocente, pero llamaba la atención.
Cada vez más, todo lo que huele o suena a "vasco" se va marginando, a pesar de que nuestro tejido social esté cargado de referencias nada excluyentes: el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro, el Instituto Vasco Navarro de Cirugía Plástica y Estética, el Real Automóvil Club Vasco Navarro, las Sociedades Vasco-Navarras de Pediatría, Psiquiatría y Cardiología y la extinta compañía de Seguros Vasco Navarra, así como el Ferrocarril Vasco Navarro, "el trenico" que hasta 1967 unía Estella con Vitoria y Bergara.
Lo intentan extirpar, pero, aún así, al reloj-termómetro de la Avenida de San Ignacio muchos le seguiremos llamando el "de la Vasco".