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Si sospechas, denúncialo

ES algo más que una frase publicitaria. Y no es nueva, al menos fuera de las fronteras españolas, en países donde se ha incitado por sistema a los ciudadanos a presentar denuncias anónimas que dan en empujones y agravios por razón de raza, etnia, religión o usos y costumbres diferentes. No es nuevo, ni es raro, ni es un escándalo, en la medida en que la denuncia anónima está admitida en la legislación, cuando al fiscal de turno le conviene.

Los resultados son otra cosa, pueden dar en proceso, en el castigo de un delito y pueden dar en daños y agravios causados a personas inocentes a quien se les dirá, tal vez, no lo sé: "¡Or-kon-pon Juan Antón!" o "¡Vaya usted al juzgado si quiere!", que viene a ser lo mismo. Enváinatela. Abuso e indefensión efectiva.

La que hoy cito es el eslogan de una campaña de prevención, y consecuente represión, del maltrato infantil. Bien está perseguir ese maltrato, porque existe, como ha existido hasta hace nada, hasta ahora mismo, la pederastia dentro de las instituciones religiosas, sólo banalizado por las plumas a sueldo, partidarias, siempre, del muy interesado "mejor no remover" aplicadas en insultar a quienes se han atrevido a denunciarlo de manera pública.

Parece como que los fines justifican los medios o cuando menos impiden hablar con franqueza de ellos. Con la tortura sucede lo mismo. La mayoría de la población, o sería mejor decir del público que acude al circo, está a favor de la tortura como método de obtener información para evitar atentados terroristas, otra cosa es que lo diga, delante de una cámara o que lo firme con su nombre y apellidos en una carta al director. Entre lo que pensamos y lo que decimos o hacemos suele estar el pozo negro de lo que conviene a nuestros particulares intereses o de lo que puede dañar nuestra imagen de probos ciudadanos, sin tacha, pero humanos, humanos, cristianos incluso.

¿Son las denuncias anónimas, basadas en algo tan arbitrario y caprichoso e injustificable como la sospecha una forma de atajar el maltrato infantil? ¿Si sospechas...? No es si tienes conocimiento, sino si sospechas, si imaginas por tanto. Si no conociera casos de denuncias en falso que quedaron impunes y causaron daños reales a los denunciados, de abusos judiciales que lo mismo y del baldón de la sospecha que cae sobre los acusados y encausados e investigados con toda la brutalidad de la que es capaz el sistema judicial (y no sólo el del intratable pueblo de cabreros), no diría nada. Pero conozco esa otra cara de la denuncia del buen ciudadano que cumple con su deber y toda la podre que eso encierra.

Me parece perverso incitar a los ciudadanos a la delación y a la denuncia anónimas. Es como pedirles que se acepten víctimas de los abusos policiales y judiciales de antemano, y el vivir a merced de las pasiones ajenas, protegiéndose de ellas.

No parece muy sano cuando una sociedad no sabe atajar sus problemas sociales, graves y muchos hasta ahora ocultos -violencia doméstica o de género, maltrato infantil, abusos sexuales en centros de enseñanza religiosos y no religiosos...-, sin recurrir a la delación y a las denuncias anónimas, sin prever un estado feliz de sospecha generalizada, espionaje, desconfianza, mentira y abuso de poder... y aquí me detengo. Son daños colaterales, unos entre muchos otros, bagatelas, servidumbres de vivir en una sociedad cada vez más segura, con más matones de uniforme cuyos excesos nadie controla ni reprime, con más control de la vida privada y de los espacios públicos, con más prohibiciones arbitrarias.