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Porque ni yo lo sé

Me había ido enfadado de casa y vivía con Txutxin, al poco me quedé sin trabajo, al poco me dejó una novia -"no me preguntes por qué, porque ni yo lo sé". Nos llevamos muy bien- y llama Katxas y dice: "¿habrá que ir a Lleida o qué?". Fuimos, claro. Si tu equipo está bajando y puedes, vas. Nos montamos en aquel katxi de kalimotxo con ruedas lleno de rojillos, pasamos un par de resacas y Lleida ya. Beber, comer, beber, partido, ganar y vuelta a casa. Osasuna bajó, pero había que ir. No recuerdo quién era el presidente ni el entrenador ni quién marcó los goles, pero sí aquella victoria entre tanta derrota, de esas que va intercalando la vida de vez en cuando para que no nos creamos especiales o mejores o nada. Luego Osasuna subió y lo demás también, pero no les miento nada si les digo que si algo recuerdo de todo aquel 1994 es al campo entero del Lleida gritando "¡Osasuna, Osasuna!" y al camarero del antiguo Ulzama borracho dormido todo el partido en aquel escalón inmenso de grada despertarse y decir: "¡no jodáis que hemos ganao!".Pues sí, fue la habitual mejoría que dicen que precede a la muerte, pero ganamos. Nosotros, la grada también. Los que se quedaron en casa, también. No los que se alegraban con cada gol nuestro pero no sufrían con los ajenos, no, sino los que hacían ambas cosas. Y mi abuelo escuchando el gol de Rández en la serrería de Ecay o mi otro abuelo sacándome al balcón del Taurino para ver cómo llegaba el equipo de Murcia o mi hermano metiendo kalimotxo con Marcotegi a Preferencia o Kiko y Detler mudos hundidos cuando el gol de Dani en el Calderón o Félix, Kuko, Tomás, Saldi, Perolo, Marijou y varios más cerrando miles de páginas de este equipo a las horas a las que se hace el pan. Osasuna es todo eso y cada cual tiene sus miles de recuerdos. Y no es importante, pero lo es. Y no me pregunten por qué, porque ni yo lo sé.